Forjador del rostro de Monterrey

AutorMaría Luisa Medellín

Una señal de alto en el cruce de Luis Quintanar y Villagrán hizo que el auto Ford Galaxie negro, modelo 69, con placas RHK 588, donde viajaba don Eugenio Garza Sada, se detuviera.

Era el 17 de septiembre de 1973 y las manecillas del reloj estaban por marcar las 9:00 horas. Como todos los días, el empresario se dirigía de su casa, en la Colonia Obispado, a sus oficinas en Cervecería Cuauhtémoc.

Inusualmente no había tráfico, lo que facilitó a una camioneta azul claro, de la que bajaron cinco personas, interceptar al vehículo.

Uno de los sujetos abrió la portezuela delantera para sujetar a don Eugenio, quien viajaba al lado de su chofer, sin darle tiempo de utilizar la pistola de cañón corto que portaba.

Las versiones policiales de la época señalaron como ejecutores a guerrilleros que intentaban intercambiar a Garza Sada por el jefe de su grupo, Gustavo Adolfo Hirales Morán, preso en el Penal del Topo Chico.

Don Eugenio fue sacado con violencia de su coche. La acción fue repelida por su chofer, Bernardo Chapa Pérez, y su guardia, Modesto Torres Briones, en fuego cruzado con los fallidos secuestradores.

Era muy tarde. Para entonces, don Eugenio, de 81 años, recibía un tiro en el costado derecho cayendo de cara al cielo en medio de la calle Villagrán.

Las balas alcanzaron también al chofer, quien quedó recostado sobre el volante con 16 impactos de metralleta, y Torres Briones en el asiento trasero, con 18.

Aún con vida, el industrial, uno de los hombres más notables del Monterrey de ese siglo, fue trasladado al Hospital Muguerza en una ambulancia, pero a los pocos minutos falleció.

Hombre de pocas palabras

Quienes conocieron a don Eugenio dicen que era un hombre de pocas palabras, observador, cortés, de memoria asombrosa y con marcado interés por la beneficencia, la educación y los medios de comunicación.

En la Cervecería Cuauhtémoc promovió la difusión de actividades culturales, deportivas y administrativas, en publicaciones como Ahorro y Trabajo y El Abanderado, con la idea de mejorar las relaciones humanas entre los trabajadores.

Sus mensajes eran cortos, pero amables. Le gustaba que sus empleados estuvieran a gusto en su puesto. Periódicamente entablaba contacto directo con ellos.

Jesús Lara, uno de sus trabajadores en Fábricas Monterrey durante 42 años, recuerda que del despacho del empresario la gente salía contenta, porque siempre ofrecía una solución.

Filosofía empresarial

La filosofía empresarial de don Eugenio puede resumirse en...

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