Felipe Díaz Garza / Vergüenza

AutorFelipe Díaz Garza

No hay diferencia alguna entre las desaseadas imposiciones por dedazo de Fernando Elizondo y la de Rodrigo Medina como candidatos únicos del PAN y del PRI, respectivamente, a la Gubernatura de Nuevo León. Los dos partidos aseguran que la decisión fue consensuada y que los dedazos buscaban y lograron conservar la unidad de los dos institutos políticos. Ese enunciado surrealista es falso.

El PAN no salió unido, sino todo lo contrario. EL NORTE de ayer reporta inconformes, francamente contrarios y hasta avergonzados por la decisión, a panistas tan significativos como Fernando Margáin, que creyó en las mentirosas ofertas de su partido y se quedó chiflando en la luna, Rebeca Clouthier, Mauricio y Alejandra Fernández, cada uno de estos dos hermanos inconforme por razones distintas (él renunciante al Consejo del PAN), José Luis Coindreau y Luis Santos de la Garza, quien declaró que el propio Fernando Elizondo es contrario al dedazo, aunque el insolente índice presidencial lo haya señalado.

El PRI tampoco está unido a partir del dedazo. Lo que pasa es que, más que partido, el tricolor es una partida de cínicos desvergonzados que vocacionalmente son capaces de cualquier indignidad política. Curiosamente el más digno de todos ellos, quizás el único, fue Abel Guerra, a quien el Gobernador González Parás rechazó como candidato porque, supuestamente, tiene una carga política negativa.

Abel fue el gran ausente en el besamanos de acarreados elegantes para ungir a Medina en el Crowne Plaza, que se llevó a cabo en horas hábiles del miércoles, con la presencia física de docenas de alcaldes, empleados y funcionarios estatales. Entre los presentes que, por ley, debieron estar ausentes destacaba el abogado del Gobernador, obligado más que nadie a conocer la ley que violó con su presencia en el besamanos a su hijo.

Esto pasó un rato antes del registro formal del candidato único por dedazo y del mitin de acarreados populares, que seguramente pretendía darle al destapado Rodrigo un olorcito a pueblo que le quite el aroma del Dior Homme. Allí, en las Calzadas Madero y Pino Suárez y varias manzanas y calles circundantes convertidas en el vestíbulo del partidazo, se juntaron los acarreados de siempre, algunos preguntándose quién era el candidato y otros hasta gritado vivas "al arquitecto": allí estaba yo y los oí, no me lo contaron. También oí a una señora, delante mío, que le decía a su acompañante: "Allá está la que nos subió al camión en Escobedo, pregúntale que...

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