Felipe Díaz Garza / Posdata

AutorFelipe Díaz Garza

Octavio Paz escribió en "Posdata" que "cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje". El escritor aterrizaba su proposición, publicada en 1970, pero parte de su posdata a "El Laberinto de la Soledad" que publicó 20 años atrás, señalando que "México y Moscú están llenos de hombres con mordaza y de monumentos a la revolución".

Soldado del lenguaje, pero oficial estricto de las ideas que las palabras expresan, estoy atrevidamente seguro de que Paz se refería a la degradación del pensamiento que la descomposición social produce, retratada con crueldad poética en la realidad de la libertad aplastada por una clase dirigente amordazadora y una revolución redentora presumida, en nuestro caso, en el horrible mamotreto de la Plaza de la República en la Ciudad de México, el monumento a la Revolución que no revolucionó.

Ese monumento fue iniciado, justamente en 1910, por Porfirio Díaz para ser el templo de la democracia, el Palacio Legislativo que, inconcluso para la eternidad en edificio y en misión, se convirtió en el monumento a una revolución inconclusa para la eternidad en edificio y en misión, pero capaz de recorromper a la sociedad y regangrenar el lenguaje al trasladar la tiranía a un Partido Revolucionario Institucional que, al parejo del garibaldismo italiano, cambió las cosas para que siguieran iguales.

Tan iguales que cuando, 90 años después, otro partido de lenguaje e ideas gangrenados, el de Acción Nacional, relevó al PRI, canceló toda noción de acción y de nación que pudiera haber existido en el lenguaje y en el pensamiento de los panistas originales, pero siguió presentándolos como plataforma de principios. Así el PAN empezó a inhumar a sus muertos (o a exhumarlos) en el inacabado mausoleo porfirista de la Plaza de la República.

A donde quiero llegar es a que el lenguaje y el pensamiento mexicanos, que Paz olió podridos hace más o menos medio siglo, pues su posdata del 70 completa su laberinto del 50, no han interrumpido su descomposición. Al contrario, se ha extendido la pudrición del pensamiento y del lenguaje, lo que debemos agradecerles al crimen organizado, a los autores de corridos, al sistema educativo (otra Babel incompleta y parloteante), a los políticos y a sus cómplices de las redes sociales de la internet y de los programas de televisión.

Hay más culpables, claro. Y no...

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