Felipe Díaz Garza / Palabras y mentes podridas

AutorFelipe Díaz Garza

Parafraseando a Octavio Paz, el lenguaje es lo primero que se gangrena en un proceso político corrompido.

No tengo la menor duda de que, aún impuesto por Peña Nieto, José Antonio Meade devino en candidato de un partido ajeno a él, con la inteligencia pragmática, pero naive, que lo llevó a suponer honestamente que su foraneidad política podía ser el motor del cambio que este País requiere urgentemente.

Sus primeras semanas y meses fueron verbalmente sensatos, con pensamiento y discurso articulados y hasta esperanzadores. En ese marco de congruencia, de respeto a los demás (incluso a los malos) y de caballerosidad política, no hubo lugar para el deslinde del candidato con la corrupción del aparato público oficial.

Consecuentemente, tampoco hubo lugar para que Meade creciera como posibilidad efectiva de liderazgo conductor de la renovación que los ciudadanos directamente demandaban para acabar con la incompetencia gobernante de Peña Nieto.

A partir del tercer debate, el lenguaje supuró pus. El discurso de Meade, hasta entonces pragmático, pero naive, se volvió balbuceante y contradictorio, igual que el del Peña Nieto de los meses y años presidenciales posteriores a su toma de posesión en 2012, cuando la conciencia de su incompetencia para gobernar gangrenó la lengua del Presidente.

La fragmentación invadió el "war room" de la campaña de Meade y pudrió las palabras para justificar lo injustificable. En lugar de quitarse de la espalda la lápida con el evangelio de Peña inscrito, el foráneo devenido demencialmente en paisano, al estilo Salinas, se echó al lomo más piedras, todas ellas en blanco, pero todas destinadas a seducir a un electorado que no está dispuesto a comulgar con las piedras de molino melladas que Meade trae colgadas ahora como paralizante escapulario.

Con esa carga que lo hunde sin remedio en el pantano de Texcoco, estuporoso como Peña, el candidato Meade salió la semana pasada a la escena nacional, a venderles a los empresarios de la transformación (Canacintra) una idea que ellos ya conocían. "Nuestro talón de Aquiles es la impunidad, y si eso no lo corregimos, no vamos a recuperar la paz y...

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