Felipe Díaz Garza / El primer millón de un líder sindical

AutorFelipe Díaz Garza

Allá por los años 60 ó 70, el profesor Rodolfo Montemayor solía referirles a sus alumnos de la División de Administración del Tec, la DACS, el testimonio de un rico empresario sobre la acumulación de su primer millón de pesos. Este hombre, no recuerdo quién era pero lo importante es la anécdota, aseguraba que, en su pobretona juventud, se había prometido hacerse rico.

En ese camino, el testimoniador habría utilizado un día unos cuantos centavos que se había ganado para comprar medio kilo de manzanas, que vendió en cuartos, para comprar más manzanas con el producto, ahora un kilo y, así, repetir el procedimiento hasta que, al cabo de un par de años, ya era dueño de un carrito en el que, incluso, asaba las manzanas y las vendía cubiertas de caramelo en el invierno.

Por supuesto que la historia era contada amena y largamente por el siempre afable profesor Montemayor, manteniendo a sus oyentes cautivados y anhelantes de ser iluminados con la forma en que el vendedor de manzanas había hecho su primer millón. Cuando ya iba a comprar su segundo carro de manzanas, habría dicho Henry Ford o John Rockefeller o J. P. Morgan o don Eugenio o como quiera que se llamara el exitoso empresario del profesor Montemayor, "se murió mi tío Pedro, a quien nunca conocí y, siendo su único pariente en el mundo, heredé de él un millón de pesos, mi primer millón de pesos".

Por supuesto que don Rodolfo no proponía la herencia oportuna como estrategia de desarrollo, sino todo lo contrario, pues su conclusión como maestro era que los enriquecimientos milagrosos no existen y que la riqueza sólo se logra a través del trabajo inteligente y productivo. Le cuento lo anterior, primero, para recordar la conversación del profesor Montemayor, de cuya muerte me enteré tardíamente no hace mucho y, segundo, porque los éxitos milagrosos e inexplicables sí ocurren, en contra de lo que proponía en su prédica académica el director de la DACS.

La historia de las manzanas es la misma, pero real, de los secretarios generales de los sindicatos de burócratas de Monterrey y de San Pedro, Horacio Reyes Santos y Rafael Reyes Montemayor, quienes llegaron a las nóminas municipales en posiciones modestas, tan modestas como un carrito de manzanas en un crucero vial siendo agente de Tránsito. Con grandes esfuerzos, los dos emprendedores, Rafael y su sobrino Horacio, fueron comprando y vendiendo manzanas en sus chambitas, hasta que les cayó la herencia de la dirigencia sindical, hace más de 30 años a...

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