Felipe Díaz Garza / Circo, maroma y teatro

AutorFelipe Díaz Garza

El Gobernador Jaime Rodríguez decretó que la sesión que el Consejo Estatal de Transporte y Vialidad celebrará hoy, en la que se decidirá si hay alza en las tarifas del transporte público de pasajeros, será a puerta cerradísima, como de claustro monacal de la Edad Media.

La junta no será de carácter público ni habrá transmisión en tiempo real y, supongo, no habrá acceso a los medios de comunicación. Ello porque, según el antes hipercomunicativo gobernante, las discusiones y la votación no son una película o telenovela.

"Es una sesión de trabajo", alegó el pablillense, "no es un circo ni una película que todos tengan que estar viendo. Tenemos que entender que la gente puede discutir en una sesión, y no es una telenovela".

Está muy bien y hasta juiciosa me parece esta decisión, aunque sorpresiva viniendo de un Gobernador que se ha distinguido por su falta de juicio y por un exhibicionismo más allá de toda prudencia política.

De hecho, fue Rodríguez Calderón quien, desde que tomó posesión del Poder Ejecutivo, convirtió la vida pública de Nuevo León en un circo, en el que él mismo ha asumido indistintamente el rol de trapecista, equilibrista, domador de fieras (o una de ellas) y payaso.

Fue él quien, como ratón deslumbrado por el queso recién probado, fue descubriendo gadgets y aplicaciones computacionales diversas para transmitir, en tiempo real, los eventos en los que participaba, usualmente juntas, como la que tendrá lugar hoy.

Tales eventos deberían ser tomados en serio para que las resoluciones fueran serias y no producto de los devaneos demenciales de un aprendiz de brujo que, como pasó, no ha sido capaz de apagar los fuegos que ha encendido con sus manitas destructivas de infante chiflado y juguetón.

La tóxica revoltura que supuestamente quiere evitar el Gobernador esta mañana la batió con esas manitas; sus caprichos convirtieron su mandato en un circo un día, una telenovela al siguiente y una película (de vaqueros pablillenses) al tercero.

No fueron los medios, ni sus críticos, ni la opinión pública, ni las instituciones quienes llegaron al Palacio de Gobierno...

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