Felipe Díaz Garza / ¡Bájale!

AutorFelipe Díaz Garza

Aunque en muchas de sus expresiones el comportamiento antisocial no sea legalmente tipificado como delito, lo cierto es que en las grandes metrópolis, como la que constituyen Monterrey y las demás ciudades de su zona metropolitana, la agresividad entre vecinos causa muchos delitos y genera un clima de malestar social que tarde o temprano desencadena violencia mayor y hasta criminalidad.

Muchos pleitos callejeros, incluso muchos episodios de violencia intrafamiliar, pudieron haberse evitado si los límites naturales de la libertad individual no hubieran sido rebasados por el libertinaje que sembró y cultivó la semilla del delito.

El ruido agresivo es uno de esos detonadores de problemas en el barrio o la colonia. Aunque no lo entiendan así los mismos afectados, la gente necesita tranquilidad para vivir familiarmente y descansar, que es a lo que usted regresa a su casa después de trabajar ocho o más horas, más el tiempo de transporte.

La fábrica, la oficina y la calle, más la obligada interacción con los demás, son cada día más agresivos y estresantes. En la mayoría de los ambientes de trabajo y de traslado el ruido es incontrolable, especialmente en los entornos industriales y no se diga en los viales.

El ciudadano metropolitano sale de la chamba ya cerca de la neurosis y se sube a automóviles o transportes públicos a enfrentar a otros neuróticos anónimos.

A todos nos mantiene calmados a medias la esperanza de llegar a descansar a casa, de disfrutar a nuestras familias y de tener una noche de sueño descansado y reparador para regresar al día siguiente a la friega diaria.

Pero resulta que el barrio es ruidoso. Los vecinos son buenas personas, pero eso no les quita lo antisocial. Agarran la calle de sala de juego o de cantina, le suben el volumen a la música del baile casero y, además, se ponen furiosos y peleoneros porque a usted se le ocurre pedirles que le bajen porque necesita dormir.

Su propia familia, contagiada por el rencor social, le sube el volumen a todo, empezando por los gritos de guerra. Fatalmente la neurosis se apodera de su vivienda. ¿Quién descansa así? Nadie, menos usted que regresa a su chamba al día siguiente con un humor de perros...

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