Felipe Díaz Garza/ La cara de Calles

AutorFelipe Díaz Garza

Con más ánimo de descalificar superficialmente a Francisco Labastida que de profundizar verdaderamente en la revisión de la patología nacional, Manuel Camacho afirmó en días pasados que "la propuesta económica de Labastida es una pobre calca del programa del Presidente Zedillo".

El candidato presidencial del Partido del Centro Democrático, aseguró que es preocupante que en la visión de su contraparte del Partido Revolucionario Institucional no haya claridad sobre los grandes temas del país. Expresó Camacho que en la propuesta de Labastida "no hay una idea de cómo reconstruir el estado de derecho, reformar el sistema judicial y enfrentar la violencia provocada por el narcotráfico... Tampoco plantea cómo reconstruir las leyes, las instituciones políticas y el gobierno, para que México sea gobernable en la democracia y pueda enfrentar las presiones y los retos de una economía global y del cambio tecnológico... Es el mismo y antiguo PRI, sólo que 10, 20 ó 30 años después", concluyó el ex regente capitalino del salinato.

Le digo que Camacho es superficial en su crítica, pues la endereza contra Labastida, quien es sólo la punta visible (o expuesta circunstancialmente) del gigantesco iceberg que nos espera, como si México fuera el Titanic, a la vuelta de las próximas elecciones federales. Francisco Labastida no tiene un programa propio, pero el que promueve no es el de Zedillo quien, a su vez, tampoco tuvo jamás un programa, ya no digamos político o social, sino ni siquiera económico, con todo y que era de esperarse que un economista como el actual Presidente tuviera un programa económico al menos articulado y coherente si no inteligente.

Labastida, igual que Zedillo e igual que Salinas e igual que lo hubiera hecho Colosio si la pistola de Aburto no lo hubiera sacado del juego de la presidencia en el 94 e igual que Camacho si la pistola de su ex compadre Salinas no lo hubiera sacado del juego de la sucesión del 94, tan sólo sigue el programa que le impone su partido, el Revolucionario Institucional.

En la forma en que los mexicanos concebimos los partidos políticos no hay candidatos independientes ni, mucho menos, funcionarios independientes. La misma ley establece que el juego político debe jugarse en la cárcel de los partidos y no en la libertad de la verdadera democracia.

Además, en el colmo de la enfermedad cívica, concebimos a los partidos políticos a partir del PRI, a cuya imagen y semejanza están hechos los demás. Concebimos al PRI como el...

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