Felipe Díaz Garza / Billeteras en remodelación

AutorFelipe Díaz Garza

Las plazas públicas no tienen que ser remodeladas periódicamente. Tan sólo hay que mantenerlas. La Plaza Roja de Moscú, el Parque Central de Nueva York y el Zócalo de la Ciudad de México no han sido remodelados por décadas que hacen siglos. La última remodelación (y eso temporal) que sufrió la Plaza de la Señoría en Florencia fue hace 515 años, cuando se instaló en su centro una hoguera.

El dispositivo sirvió para quemar al dominico fraile Girolamo Savonarola, por órdenes directas de Rodrigo Borgia, llamado Alejandro VI, sumo Pontífice romano por la gracia de Dios, esto en mayo de 1498. El crimen de Savonarola fue hablar mal del Papa y su familia y de los banqueros riquillos de Florencia, a los que acusó, entre otras linduras, de sodomitas.

Una vez cumplida su función y extinguida por sí sola, la hoguera fue retirada, revueltas sus cenizas con las del fraile bocón, quedando en su lugar sólo una discretísima placa que conmemora el homicidio de Estado ordenado por el Papa Borgia.

Fuera de eso, la hermosa plaza ha permanecido idéntica y los cambios en su apariencia obedecen, más al impacto del medio ambiente que a razones remodeladoras inaceptables. El más importante cambio (y fue bastante simple) ha sido la mudanza del David a La Academia, sustituido en la plaza por una copia, para proteger de la contaminación al invaluable original de Miguel Ángel.

No ha sido ni será necesario remodelar La Señoría, ni ninguna de las plazas referidas arriba, ni la mayoría de las plazas y parques públicos del mundo civilizado, incluidas calles que son plazas, o viceversa, como la avenida Champs Elysées, Paseo de la Reforma, la Gran Vía o la Vía Veneto.

La remodelación de estos espacios públicos centenarios, que serán todos milenarios, ha sobrado porque parques, plazas y calles continúan cumpliendo sus funciones originales como desde su primer día y lo seguirán haciendo por más siglos y milenios de los que vivirán los alcaldes y gobernadores de esta decadente modernidad y todas sus descendencias.

Es lo mismo con la Gran Plaza de Monterrey, que esopos públicos sin imaginación, como la señora que se ocupa de la promoción turística del Gobierno de Nuevo León, han discurrido renovar, a un costo millonario y seguramente salpicador, para mejorar su imagen y atraer más visitantes, según Patricia Aguirre, titular de la Corporación para el Desarrollo Turístico del Estado.

"No cambia para nada el uso ni disfrute de...

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