Felipe Díaz Garza / Amarga nostalgia

AutorFelipe Díaz Garza

Mis recuerdos se alborotaron ayer que leí una nota que publicó EL NORTE. El autor, un joven reportero, se lanzó por las calles del primer cuadro de Monterrey y se encontró, escribe, con banquetas quebradas por las que se dificulta caminar, falta de infraestructura y señalamientos en las calles, fallas en los semáforos y luminarias apagadas.

El descuido y el olvido dan forma al espectáculo cotidiano que el paseante urbano se encuentra al recorrer las calles del centro regiomontano. Los desperfectos abundan desde la llamada manzana cero, donde inicia la numeración, en el cruce de Juárez con Aramberri.

El testimonio reporteril describe una Ciudad en ruinas. En esa Ciudad ruinosa, a tres o cuatro calles de la manzana cero, nací, viví y estudié hasta mi primera juventud. ¡Si conoceré y reconoceré cada cordón de banqueta quebrado y cada agujero en el aguado pavimento!

Pisos agrietados, banquetas y cordones quebrados, alumbrado público y semáforos apagados en las avenidas Juárez, Madero, Pino Suárez, Cuauhtémoc, Zaragoza, Venustiano Carranza, Félix U. Gómez o Colón. El mismo escenario en las calles menos importantes, vialmente hablando, pero igual de significativas en la memoria regiomontana, como Tapia, Juan Méndez, Álvarez, Miguel Nieto, Modesto Arreola, Washington, Héroes del 47 o Salazar.

La nota me provocó una amarga nostalgia, pues, porque yo estaba allí, habitante obligado del primer cuadro hace más de medio siglo y lo que leí ayer pudo haber sido publicado entonces sin poner ni quitar una coma. Es más, mientras leía el reportaje pensé que yo mismo, niño, se lo estaba leyendo en voz alta a mi abuelo ciego, adicto pionero a la información, que así se enteraba en 1955 de las noticias que publicaba EL SOL.

Mi abuelo ya no vive, murió hace mucho y hace mucho que yo dejé de ser niño, pero Monterrey y su primer cuadro, igual que muchas zonas desafortunadas de su periferia, continúan siendo una Ciudad en ruinas, como ya lo eran, desde que los regios, por pereza, abandonamos el control de nuestra Ciudad a gobernantes sin vocación y sin vergüenza.

Descuidada sistemáticamente por gobernantes golondrinos y abandonada a su suerte por ciudadanos despreocupados ocupados en el futbol y deslumbrados por los toreros y sus novias cornamentadas (igual hoy que en aquellos irresponsables entonces), Monterrey no es mejor ni peor ciudad que hace...

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