Federico Reyes Heroles / Y los ganadores son...

AutorFederico Reyes Heroles

En México hay alrededor de 55 millones de pobres y 20 millones de miserables denominados "pobres extremos". México es, tristemente, uno de los casos más dramáticos de mala distribución del ingreso, es decir que el pastel nacional se reparte mal, beneficiando a los que ya tienen y a los que más tienen. Las distancias se agrandan. La justicia es el gran tema de nuestro país. Pero no sólo lo es para los que carecen de todo o casi, también para los empresarios, para los comerciantes, para el ciudadano común la justicia es vital.

En las sociedades injustas el consumo, los mercados no crecen al ritmo que podrían y eso afecta a los negocios. Las sociedades injustas son más inseguras, allí los inocentes son víctimas sistemáticas. Las sociedades injustas e inseguras alejan a los inversionistas y eso provoca más miseria. La injusticia es un problema madre y un mal negocio para todos.

El Siglo 20 mostró que las revoluciones son quimeras. La idea de ese gran acto justiciero, fundacional y casi instantáneo, se desmoronó. Las principales revoluciones, la rusa, la china, la mexicana, por mencionar algunas, no lograron consolidar formas estables de generación de riqueza. Las revoluciones no acabaron con la injusticia y rara vez devinieron en sistemas democráticos. La lección es clara: la justicia se construye lentamente y sólo aparece allí donde se busca prosperidad.

La segunda mitad de Siglo 20 mostró que las sociedades cuentan con dos instrumentos centrales para generar mayor justicia. El primero es el empleo formal. Un salario justo, con las prestaciones de ley correspondientes, ha demostrado ser pilar de la justicia. La salud pública, la vivienda popular como objetivo ineludible y, finalmente, los sistemas sólidos de pensiones son las verdaderas armas que pudieron desplazar a la pólvora de los revolucionarios.

El segundo instrumento universal para generar justicia son los sistemas fiscales. Los principios básicos para que la fórmula funcione son pocos y sencillos: primero, que paguen todos los que deben pagar, es decir, los que tienen ingresos; segundo, que paguen más los que más tienen y, tercero, que el Estado sea eficiente en la recaudación e invierta en sus esenciales, salud, educación, seguridad e infraestructura que sólo puede ser desarrollada por el propio Estado. No a las excepciones, sí a un sistema fiscal general, fuerte y progresivo es la idea guía. Los países que la han seguido lentamente pero sin falta arriban a estadios de mayor justicia...

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