Exige carisma, sensibilidad e intuición

AutorMaría Silva

A veces, con lágrimas en los ojos, se despedía de sus hijos, que le pedían: "No te vayas".

Aunque esos ruegos a veces la hacían dudar de salir de casa, Amparo Cantú Herrera está muy comprometida con su responsabilidad como enfermera pediátrica.

"Te quieren convencer", agrega con una dulce mirada la jefa de enfermeras del Hospital Oca, "pero sabemos que desde que estudias se acabaron los días festivos, a menos que te toque descansar".

A sus 39 años, Amparo cuenta que desde niña le encantaba jugar a curar a sus muñecos. Luego, su familia trató de disuadirla, por esa abnegación que exige ser enfermera.

Lleva casi 20 años en esta profesión y tiene cuatro hijos, de 17, 15, 7 y 3 años. Sabe que en este quehacer, a veces con jornadas de más de 24 horas, se hace a un lado el Día de la Madre, del Niño o Navidad.

Comenta que alguna vez que le tocó pasar el Año Nuevo trabajando, lo festejó sin ningún problema al día siguiente.

"Mi esposo no tiene nada qué ver con este ramo, yo creo que por eso me ha aguantado", dice sonriendo al momento que entrecierra sus ojos verdes.

Lo bueno es que esta entrega a su profesión, como la de otras enfermeras, actualmente es mejor pagada y valorada, porque ganan mejor que antes y, en el caso de Amparo, puede gozar de un horario más cómodo, de 8:00 a 6:00 de la tarde, como parte de lo que implica ocupar el más alto puesto de enfermería en la Oca.

"Cuando empecé como enfermera general, me di cuenta que me gustaba más la pediatría, se me hacía más tierno, porque un adulto nos dice qué le duele, pero a un paciente pediátrico tienes que conocerlo aún más, ver sus gestos, si llora por dolor, hambre o porque le molesta el pañal".

Es también el área en la que más se dificulta contratar enfermeras, precisamente por ese plus que deben tener: carisma, sensibilidad e intuición para atender al niño.

Amparo tiene siete años de experiencia con bebés prematuros y los niños que están a su cargo en el área pediátrica son desde un mes hasta los 14 años.

"Los primeros están en una etapa de vivir o morir", explica. "Son muy frágiles, por eso es más la dedicación de la enfermera, porque no te dicen nada; el de menos peso que he visto ha sido de 600 gramos, son tan pequeñitos que mi dedo es el brazo de un bebé".

Cuando el niño es más grande, dice que le entra el sentimiento como si fuera uno de sus hijos. Le duele, por ejemplo, que el pacientito le diga que ya no lo moleste o que lo deje descansar.

"Aunque piensen que las enfermeras somos muy...

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