Excesos de Arte/ Xenofilia

AutorJesús Mario Lozano

Es una enfermedad. Una afección que acosa esta ciudad. Un virus arraigado en las entrañas de nuestra sociedad. Produce ceguera, pérdida de la memoria, desorientación y olvido. Carcome cada una de las células del organismo.

Se dice que en el desarrollo de la xenofilia llega un momento en que ya no se pude pensar. Es sumamente peligroso, el enfermo se vuelve un autómata. Pierde su destino, pierde su rumbo. El que se enferma no sabe que lo está. Es altamente contagioso. Se pasa de generación en generación. Se define como el amor exagerado, la admiración desmedida y la aceptación incondicional por lo extranjero a costa de aborrecer lo propio, lo que uno es.

La xenofilia es un odio velado a uno mismo y a todos los que piensan, sienten y creen igual que uno. Se desarrolla a través de la mitificación fanática de cualquier persona que presente algún posible rasgo o signo que demuestre que no es de aquí. El síntoma principal de la xenofilia es creer que cualquier producción cultural que no estuvo realizada, pensada, planeada o ideada aquí es de antemano infinitamente mejor.

Resulta evidente darse cuenta de que un grupo de personas la padece, especialmente en una conferencia magistral sobre un tema determinado impartida por un expositor extranjero. No está por demás decir que en la mayoría de los casos existen académicos regiomontanos que conocen y han investigado dichos temas mucho mejor que algunos visitantes en cuestión.

Si en dicha presentación la audiencia asiente y corea emocionada cada una de las frases que emanan de la boca del expositor, aunque éste hable en francés y el 99 por ciento del público no lo entienda, entonces definitivamente nos enfrentamos a un caso de xenofilia avanzada.

O también cuando la persona está extasiada antes de escuchar un concierto por la sencilla idea de que el violinista es yugoslavo, aunque secretamente éste haya vivido por más de 30 años en la ciudad. Por supuesto, puede ocurrir que si el susodicho ejecutante llegara al infortunio de revelar su larga estadía en Monterrey, entonces su carrera estaría terminada en ese preciso momento.

Otro ejemplo grave en donde se demuestran las amplias posibilidades de contagio de la xenofilia es cuando al terminarse una obra de teatro convencional extranjera, una obra sin ningún elemento extraordinario que la haga destacarse de otras puestas en escena locales, todo el público que llenó a reventar la sala se levanta eufóricamente al final de la función y grita bravos por el...

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