Es la transición concierto desafinado

AutorJosé Woldenberg

MÉXICO.- El Poder de convocatoria está a la vista: Varias decenas de políticos, escritores y comentaristas fueron convocados por Carmen Aristegui para reconstruir algunos episodios de nuestro pasado reciente.Ex Presidentes, líderes de partidos, candidatos, académicos, literatos de las diferentes orientaciones aceptaron platicar con Carmen, narrar y repasar, desde sus muy particulares puntos de vista, capítulos que han conformado el rostro actual de la política mexicana. Ése es el primero y el más elemental de los méritos.

Narran o comentan capítulos en los que se vieron involucrados, pero también especulan tratando de llevar agua a su molino; cuentan episodios desconocidos, que transcurrieron en una zona de privacidad, y recrean acontecimientos públicos conocidos desde sus muy particulares perspectivas; todos quieren -queremos- aparecer como personas coherentes, preocupadas por el bienestar del País, y no son pocos los que aprovechan para ajustar cuentas con sus adversarios e incluso con sus presuntos compañeros.

Se trata de una auténtica pluralidad de voces que ilustra la complejidad de la vida política nacional, filtrada por códigos de interpretación que no son fácilmente compatibles.

Leído en esa perspectiva, Transición es una especie de Rashomon (1950), aquella película de Akira Kurosawa donde la violación de una mujer y el asesinato de un hombre eran recreados por tantas versiones como testigos -incluyendo la explicación de la propia víctima-. Cada quien ve lo que quiere ver. Cada quien subraya lo que considera conveniente. Cada quien comprende a partir de un lente preconstruido.

El concierto resulta desafinado. Y no podía ser de otra manera. Los filtros con los que los convocados responden a las preguntas son de todas las tonalidades que existen en nuestro arcoiris político y por ello sus aproximaciones están plagadas de muy distintas coloraciones.

Son voces interesantes (unas más que otras), rigurosas y fantasiosas, evasivas o puntuales, informadas y sesgadas, pero en conjunto ofrecen una sinfonía expresiva, sugerente y por supuesto contradictoria. Se trata de un rompecabezas para armar, de piezas que en muchos casos nos develan más del entrevistado que de los episodios que reconstruye. Recordemos que quien habla dice más de sí mismo que de los otros.

No hay por desgracia un hilo conductor fuerte, una columna vertebral. Por transición -así sin adjetivos- cada quien entiende lo que quiere y algunos implícitamente parecen pensar que se...

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