Es el rey de la ópera

AutorAlejandro Fernández

Pocos cantantes en la historia del canto operístico pueden presumir una carrera como la de Plácido Domingo.

Cornado de fama y gloria, pero siempre modesto y amable, Domingo llegó ayer a los 70 años con una trayectoria impresionante.

El tenor ha sido calificado como "El rey de la ópera" o "Un hombre del Renacimiento" por su vasta cultura, su inclinación hacia el mecenazgo y sus dotes humanísticas.

Su repertorio incluye más de 130 diferentes papeles, desde obras de Handel, Mozart y Rameau, hasta Wagner y Strauss. Dotado de una gran musicalidad, Domingo ha incluido compositores del siglo 20 y obras escritas en los primeros años del siglo 21.

Como pocos de sus colegas su formación musical fue muy completa, pues estudió piano y dirección de orquesta. De su madre, la soprano Pepita Embil, heredó el gran carisma como figura escénica que lo ha convertido en leyenda.

En su faceta de promotor operístico ha dirigido las compañías de Los Ángeles y Washington. En 1993 creó el concurso Operalia para apoyar a los cantantes emergentes. Entre los más destacados figuran Joyce Di Donato, José Cura, Erwin Schrott, Joseph Calleja, Simone Alberghini, Nina Stemme y Rolando Villazón.

El artista ha cantado papeles de distintos tipos de tenor, desde el lírico hasta el dramático. Al principio de su carrera cantó como barítono y en últimas fechas ha regresado a este tipo vocal para dar interpretaciones magistrales de Simón Boccanegra y Rigoletto.

El catálogo discográfico y audiovisual es inmenso, al igual que sus representaciones, miles en más de 50 años de carrera.

Pero para apreciar el arte de Domingo de manera completa hay que verlo sobre un escenario.

Por más buenas que sean sus grabaciones -su voz no es tan fonogénica- nada se compara con admirar su actuación en un teatro.

Sus presentaciones grabadas en audiovisual pueden considerarse más interesantes porque ahí se le ve actuar. Entre ellas sobresalen las versiones para cine de "La Traviata" y "Otello", de Franco Zeffirelli.

En un escenario, Domingo proyecta con plenitud su poderío como cantante y actor. Me considero afortunado de haber admirado a Domingo en diferentes etapas de su carrera.

La primera vez que debí ver al cantante fue en 1969, en una función de Fausto con la Opera de San Antonio Texas en su temporada de 25 aniversario, pero esa noche tuvo que reemplazar a Franco Corelli en el MET de Nueva York.

Tuve que esperar tres años para apreciar las dotes...

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