Enrique Krauze / Nueva historia de bronce

AutorEnrique Krauze

Cambiando la nomenclatura de las calles e introduciendo un calendario histórico distinto, el régimen busca regresar el reloj a los tiempos del Congreso de Chilpancingo, cuando don Carlos María de Bustamante anunciaba así, frente a José María Morelos, el nacimiento de la nación mexicana:

"¡Genios de Moctehuzoma, de Cacamatzin, de Cuauhtimotzin, de Xicoténcatl y de Catzonzi, celebrad, como celebrasteis el mitote en que fuisteis acometidos por la pérfida espada de Alvarado, este dichoso instante en que vuestros hijos se han reunido para vengar vuestros desafueros y ultrajes, y librarse de las garras de la tiranía y fanatismo que los iba a sorber para siempre! Al 12 de agosto de 1521, sucedió el 14 de septiembre de 1813. En aquel se apretaron las cadenas de nuestra servidumbre en México-Tenochtitlan, en este se rompen para siempre en el venturoso pueblo de Chilpancingo".

El fragmento es memorable, el momento lo justificaba, el sacrificio de los mexicas fue heroico, la crueldad de Alvarado fue indecible. Pero Bustamante no escribió esas palabras como historiador sino como profeta de la nación mexicana. Ahora se pretende imponer esa profecía como saber histórico.

Para entender la distorsión, hay que volver a los clásicos. Luis González y González, maestro de varias generaciones, nos enseñó que la historia suele practicarse de tres maneras: la "historia de bronce", la "historia crítica" y la "historia anticuaria".

Las características de la primera -decía el maestro- son bien conocidas: "recoge los acontecimientos que suelen celebrarse en fiestas patrias, en el culto religioso (...) se ocupa de hombres de estatura extraordinaria (...); presenta los hechos desligados de causas, como simples monumentos de imitación...". En la Edad Media, las vidas ejemplares de los santos servían como vehículo de moralización. Desde el siglo XIX, es el género propio de los manuales que dividen el pasado entre héroes y antihéroes. La "historia de bronce" no busca conocer sino adoctrinar.

La segunda variante, la "historia crítica" -agregaba el maestro- "es disruptiva, revolucionaria, libertadora, rencorosa". Su cometido es concientizar a los lectores sobre los horrores del pasado. Es el género militante de tiempos prerrevolucionarios que se vuelve oficial cuando sus practicantes llegan al poder. La historia crítica tampoco busca conocer: busca enardecer.

Frente a estos dos géneros que sirven al poder, existe desde Heródoto...

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