Enrique Krauze / Mística de Amalia Hernández

AutorEnrique Krauze

El próximo 19 de septiembre se festeja el centenario de la bailarina, coreógrafa y empresaria cultural Amalia Hernández. Su obra perdurable es la profecía cumplida de José Vasconcelos, quien a su paso por la Secretaría de Educación Pública concibió una utopía peculiar: la conjunción de las artes orientada a la afirmación de México. Entre ellas, ninguna le cautivaba más que la danza.

En “El monismo estético” (1918), Vasconcelos esbozó una estética del baile como “expresión de ritmo, por lo mismo, expresión mística”. Su inspiración fue Isadora Duncan. En algún lugar de sus memorias imagina al estadio (que inauguró hacia 1924) como el templo de la danza.

La simiente creativa de aquel impulso de reconstrucción nacional fructificó en la Generación de 1915 (nacida entre 1890 y 1905), cuya vocación fue fundar instituciones. En el ámbito de la danza, la epónima fue Nellie Campobello, misteriosa generala literaria y artística, nacida en 1900 y creadora, en 1931, del “Ballet simbólico 30- 30”, obra que expresaba el tema de la Revolución y la reconstrucción del País en un gran espectáculo con cientos de integrantes.

A esa generación siguió la nacida entre 1905 y 1920. Produjo grandes arquitectos, artistas y cineastas, poetas y novelistas. De los abuelos culturales heredaron el ímpetu revolucionario y, de los padres, la vocación fundadora. De esa doble inspiración, abrevó Amalia Hernández, discípula directa de Campobello.

Su obra creativa comenzó en la década de 1940. Produjo entonces “Sonatas” (1947) y “Sinfonía india” (1949). En 1948 colaboró con Guillermina Bravo en la fundación del Ballet Nacional de México. En 1952, con “Sones michoacanos”, incursionó en un nuevo género dancístico, el “folclórico escenificado”, que marcó el camino que seguirían sus producciones a lo largo de su vida.

En sus montajes participaron el pintor Miguel Covarrubias y el músico Silvestre Revueltas. Recordando esos años, le confesó alguna vez al periodista Luis Suárez: “Y soñaba: ¡qué precioso ha de ser irse de danzante por las ferias de los pueblos! Ése era un sueño poco ambicioso. Pero también tenía otro mayor: ¡o bailarina de ballet, para recorrer el mundo!”. No tardaría en lograrlo.

En 1952, con solo ocho integrantes, fundó el Ballet Moderno de México, que en 1959 cambió su nombre por el de Ballet Folklórico de México. Ya para ese momento la compañía estaba integrada por 50 bailarines. Logró presentarla en el Palacio...

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