Enrique Krauze / ¿Qué es un líder moral?
Autor | Enrique Krauze |
No es la primera vez que la palabra "moral" se inserta en el discurso político. Daniel Cosío Villegas la utilizó en 1970, en su "Rogativa" al Presidente entrante Luis Echeverría:
"México no necesita tanto un líder político; tampoco un reformador administrativo; ni siquiera un promotor enajenado de las obras públicas. Por lo que clama es por un líder moral, que sirva de ejemplo y de inspiración a todo el país".
¿Qué cualidades debía tener ese "líder moral"? Sólo dos: rectitud y generosidad. La rectitud implicaba "severidad y firmeza en las resoluciones", a condición de que estas "fuesen justas, apegadas a la ley y a la razón". La generosidad implicaba nobleza de ánimo, mesura (es decir, moderación, comedimiento), contención y templanza.
Es importante subrayar que ambas virtudes corresponden a la tradición humanista occidental, no a la tradición religiosa o mística. Recuerdan los "Consejos políticos" de Plutarco en "Moralia (Obras Morales y de Costumbres)", no los Diez Mandamientos ni el Sermón de la Montaña. Son virtudes de una república, no de una iglesia o una grey religiosa.
¿A servicio de qué causa debía actuar un líder moral? No a la causa de la fe, sino a la de la razón, no a alentar -por ejemplo- la presencia de la Iglesia en medios públicos, sino a promover una reforma que aliviara las cuatro llagas políticas que asfixiaban al País:
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El excesivo poder del Presidente.
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El predominio aplastante del partido oficial.
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El peso asfixiante de la Federación sobre la vida regional y local.
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Las costumbres políticas mexicanas.
Por un momento, Echeverría pareció tomarle la palabra. Proclamó el arribo de una nueva era de "apertura democrática", caracterizada por el ejercicio de la "crítica" y la "autocrítica". Sólo unos cuantos intelectuales y casi todos los estudiantes universitarios descreímos de sus promesas.
Para nosotros, la herida del 68 estaba abierta y volvió a sangrar, literalmente, en la matanza del 10 de junio de 1971. El Presidente prometió una investigación inmediata, que nunca llegó. A pesar de esos hechos, varios académicos y escritores mantuvieron la esperanza en su Gobierno.
Por breve tiempo, fue el caso de don Daniel. Además de concederle "rectitud de propósito y buena fe", encomió su empeño de "enderezar a la nación por el buen camino de una vida pública más abierta, más democrática".
Ése era el buen uso de un "liderazgo moral": lograr que la "monarquía, absoluta, sexenal y hereditaria por línea transversal" -como llamó...
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