Embriágate de su esplendor

AutorCarmen González

TLAXCALA, Tlax.- El recorrido está pensado para descansar en el hotel Hacienda Xalostoc. Ahora vamos rumbo al norte, a la ganadería La Laguna. De Tlaxcala se abastece la mayoría de los ruedos de la República de toros de lidia, y nadie quiere quedarse al margen de la fiebre taurina.

... ¿Qué haces afuera?, ¡vamos p'adentro!

A escasos 10 minutos de la Hacienda Xochuca, esta vez al sureste, se erige portentosa la Hacienda Santa María Xalostoc.

Aunque la casa principal data del siglo 16 y la troje del siglo 19, la construcción luce como nueva, motivo por el que ganó un premio de restauración en el 2005.

Xalostoc también fue hacienda pulquera, y en sus años de mayor esplendor llegó a tener 3 mil 500 hectáreas. Hoy es un hotel con 18 habitaciones que se ubican repartidas entre la casa, la troje y la calpanería (donde se encontraban las casas de los peones).

En este último espacio encontramos cinco acogedoras habitaciones de dos niveles decoradas en estilo mexicano y cada una con su jardín privado. Basta con entrar para sentir el deseo de mudarse ahí.

Las suites de la casa principal no se quedan atrás. Los detalles tlaxcaltecas destacan en tapetes y textiles, por las ventanas se cuelan estampas de pencas de maguey que miden más de un metro de alto.

A estas enormes plantas se les llama magueyes de penca larga y no son buenos productores de aguamiel, pero cumplen con creces su función decorativa.

Esta noche dormiremos muy bien arropados por la historia, esperando que la dulzura del pulque y la emoción de los toros permanezcan en nuestros sueños tlaxcaltecas.

Pulque bendito, dulce tormento...

Tras 45 minutos de recorrido desde la capital, llegamos a una casona de principios del siglo cuya fachada presume una cuidadosa restauración. Es la Hacienda La Laguna.

Avanzamos por pasillos decorados con cabezas de toros disecadas que parecen emerger de las paredes, cada una con una placa que indica su nombre y el año en que dejó la vida en el ruedo.

La fiesta comienza en la cantina de la hacienda, donde el ganadero ya nos espera con unos tequilas servidos en vasos comestibles hechos de pepinos.

Algunos necesitan más de un trago para tomar valor y continuar hacia el área conocida como el cortijo, una especie de ruedo pequeño, donde los novilleros (y alguno que otro intrépido del grupo de viajeros) realizan la tienta de vaquillas en un ambiente festivo.

Cuando parece que no hay más voluntarios a desplegar el capote, los novilleros sacan unas piezas de dominó...

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