Sobreaviso/ Elecciones sin sorpresas

AutorRené Delgado

Como si de última hora el país se enterara de la elección presidencial del próximo 2 de julio, la posible conclusión de la campaña marca ojeras en el rostro de candidatos, dirigentes políticos, autoridades, intelectuales y ciudadanos. No es para menos, la fiesta de la democracia puede convertirse en un zafarrancho.

En el fondo, sin embargo, no hay motivo de asombro. La subcultura política que se promovió y se toleró a lo largo del sexenio, cobra ahora su factura poniendo en riesgo el baile de graduación de la esperanza democrática y la pureza del 100 veces reformado sistema electoral.

El concentrado de esa subcultura ahora se expresa amenazante y el azoro hace olvidar cómo se cultivó y toleró lo que hoy tanto se lamenta. Los miles de millones de pesos invertidos en el sistema electoral, las cientos de horas-diputados invertidos en la legislación, no brillan tanto como se quisiera.

La intolerancia, la denostación, la polarización, la descalificación, la desconfianza y la incapacidad para debatir y formular soluciones a los grandes problemas nacionales que se toleraron a lo largo del sexenio, ahora afectan a la contienda electoral que se pensaba inmune, ajena al descuadramiento de la política en otros muchos campos. La actual preocupación deriva del hecho de que esas lamentables expresiones se concentran en el momento más delicado de la nación, cuando hay que tomar una decisión ineludible: quién se queda con los hilos del poder político en la Presidencia de la República.

Lo cierto, sin embargo, es que esas mismas expresiones se dieron a lo largo del sexenio y desde sus primeros días. Lo diferente es el momento en que ahora se concentran y expresan. Por eso el golpe a la conciencia y a la esperanza. Por eso la sorpresa, se partió de una ilusión: las elecciones eran el todo de la política y no sólo una parte.

El cultivo de esa subcultura tuvo expresión en infinidad de problemas que se vieron con enorme indiferencia, que se guardaron debajo de los tapetes de Los Pinos, que se dejaron crecer hasta transformarlos en crisis. Lo que hoy anega la esperanza es la expresión concentrada de esa subcultura.

Pese al señalamiento reiterado de que "la normalidad democrática" no podía reducirse al ámbito electoral, en estuche de terciopelo se presentó "la reforma electoral definitiva" como la piedra filosofal que extirparía el cáncer que consumía a las instituciones nacionales. En contraste, en una vieja caja de zapatos se guardó la reforma de Estado que la...

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