Luis Eduardo Villarreal Ríos/ Los picapiedra electorales

AutorLuis Eduardo Villarreal Ríos

Las condiciones en las que se realizó la jornada electoral en Nuevo León presentaron dos agravantes: uno, la sociedad acudió a sufragar en medio del encono PAN-PRI de los últimos tres años, mismo tiempo que Acción Nacional lleva en el poder; dos, la estrategia de coacción del voto y uso de recursos públicos en las campañas estuvo a la orden del día.

Ciertamente, la pugna bipartidista adquirió rasgos canibalescos una vez que se ventilaron los escándalos financieros de Abaco-Confía y el Caso de Xavier Doria. Por desgracia, no todo quedó en los insultos e improperios de un bando y otro, sino que el desgaste social fue mayúsculo, toda vez que el mundo de la información, durante muchas semanas, no hablaba de otra cosa.

El Congreso estatal, por ejemplo, se convirtió en arena donde el golpeteo, los ataques e insultos suplantaron la labor legislativa. Que si el consuegro del Gobernador, que la impugnación a los desvíos de Chema Elizondo, que la dación de los terrenos de la Macroplaza, que los rehenes de la politiquería barata; esto sin contar, desde luego, los dineros turbios que Horacio del Bosque confesó haber recibido del Gobierno cuando era dirigente estatal del PRI. El caso es que la representación de los intereses del pueblo mayoritario en la tarea legislativa mantuvo bajísimo perfil.

El otro asunto que condicionó seriamente la jornada fue el atentado contra la libertad y se crecía del voto. La contracultura del fraude no fue la de otros años. Antes era normal que se robaran urnas a punta de pistola (ayer sucedió esto, pero como hecho aislado en la zona norte de San Bernabé); el cacique, por otro lado, ejercía absoluto control sobre los ejidatarios y sus familias. Las huestes corporativas de las centrales afiliadas al PRI desplegaban operativos de "tortuga" (hacer lentísimo el procedimiento a fin de desesperar a quienes aguardan en la fila), el "taqueo", "ratón loco", "carrusel", la táctica del "tamal" y demás mañas de la alquimia electoral.

Esta vez, la tipología se diversificó. El muestrario abarcó desde la típica inducción que lucra con el hambre de la gente (compra del voto a secas), con su ignorancia (coacción), hasta las amenazas de dejar sin empleo, sin educación para los hijos, sin libertad y hasta sin vida (voto del terror) a los votantes. Las prácticas que violentan el voto libre no son exclusivas de un partido, abarcan tanto al PAN como al PRI.

Revisemos algunas quejas.

La mejor documentada y más reciente tropelía en contra de la...

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