Eduardo R. Huchim / Debate: lo que no debe faltar

AutorEduardo R. Huchim

Contra la descalificación, la propuesta; contra el ataque, el contraste de ofertas; contra el infundio, la prueba.

Son tres principios que deberían regir el primer debate presidencial, que este domingo 22 estrena formato con tres moderadores y la interacción entre candidatos.

Ya sabemos que a Andrés Manuel López Obrador se le imputa, además de su mesianismo y su talante autoritario, pretender implantar un populismo al estilo de Chávez y Maduro; también, que se le reprocha no haber trabajado durante 12 años, excepto en la promoción de su candidatura, así como plantear políticas que conducirían a un pasado indeseable.

Ya sabemos que a Ricardo Anaya se le vincula con presunto lavado de dinero y operaciones irregulares con un inmueble; también, que se le acusa de lucrar con puestos públicos e impulsar los "moches" en el Congreso, además de haber traicionado principios y aliados en la búsqueda de su candidatura presidencial y del control del PAN, así como de haber impulsado un frente "contra natura".

Ya sabemos también que José Antonio Meade lleva sobre sus espaldas el peso tremendo de un Gobierno inmerso en la corrupción y que tiene al menos culpa in vigilando por no haber hecho lo necesario para indagar los actos de corrupción en la Secretaría de Desarrollo Social de la que fue titular, ni para procesar a los responsables de mayor rango; y también es pública su responsabilidad en la determinación de la política de precios de la gasolina.

Todo eso lo sabemos, pero nada de eso debiera ser el centro de los debates.

Es decir, resulta deseable que los debates no giren en los ataques ad hominem, sino se concentren en las propuestas de políticas públicas, en el planteamiento de programas de Gobierno, en la exposición de diagnóstico y soluciones de los problemas nacionales.

Uno de los grandes temas del primer debate presidencial, del que los candidatos hablan poco pero que no debería estar ausente de la discusión es el de la violencia, la inseguridad y el combate a la delincuencia organizada y, claro, las vías para abordar el espinoso y, literalmente, cruento problema.

¿Qué pretenden hacer los candidatos en esa materia? ¿Continuar con una estrategia irracional de combate a sangre y fuego que ha probado su fracaso a lo largo de once años?

Y si no la van a continuar, ¿cuál sería la salida alternativa? ¿Apoyarían o al menos analizarían la vía de la regulación de drogas? ¿Ordenarían el retorno gradual de soldados y marinos a sus cuarteles?

¿Investigarían...

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