Eduardo Caccia / México perforado

AutorEduardo Caccia

Poco se puede agregar cuando los adjetivos no alcanzan y la realidad inflama; noche tremenda, apocalíptica, dantesca, infernal.

La tristísima jornada de Tlahuelilpan, las decenas de muertos y heridos, marcan una cicatriz más a un país perforado no sólo en sus ductos de combustible, también en el ánimo social de la mayoría de sus habitantes.

Esta columna ha dado varios giros en mi cabeza antes de proyectarse a mis dedos sobre un teclado. Me causó indignación saber que hubo militares en la zona de la tragedia, antes de la explosión, que decidieron (o mejor dicho, recibieron órdenes) no hacer uso de la fuerza para evitar lo que hoy muchos lamentamos.

De inmediato lo conecté con lo expresado por el Presidente de que los cuerpos de seguridad no van a confrontar a las personas que roban combustible: "No es una orden (presidencial), es una política de no querer resolver el problema con el uso de la fuerza", dijo el Mandatario.

Pensé inmediatamente en el postulado weberiano de que el Estado para bien existir debe ejercer el uso legítimo de la fuerza, facultad de control a la que AMLO estaría renunciando: "Nosotros no vamos a apagar el fuego con el fuego, no vamos a enfrentar la violencia con la violencia, así no se puede enfrentar el mal, eso está demostrado, eso no es solución, el mal hay que enfrentarlo haciendo el bien". Y seguí indignado porque pensé que confunde uso legítimo de la fuerza con violencia.

En uno de mis grupos de discusión pregunté si ¿el Ejército pudo haber evitado la tragedia?, apareció entonces la luz de mi amigo y socio David Rettig con una réplica punzante: "¿pudieron haber evitado la tragedia o generado una más grande?" y me recordó uno de los capítulos de "The Culture Code: The Secrets of Highly Successful Groups", de Daniel Coyle, donde se narra una historia que sacudió mi perspectiva.

En el 2004 Portugal fue sede de la Eurocopa, una de las competencias de futbol más importantes del orbe. Los organizadores y el Gobierno enfrentaban una encrucijada, la inminente llegada de los agresivos hooligans ingleses.

El Gobierno portugués compró millones de dólares en armamento antimotín, tanques con cañones de agua, spray con gas pimienta, perros policía y más.

También contrataron al psicólogo social Clifford Stott, un inglés con ideas revolucionarias, pues creía que era posible...

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