Eduardo Caccia / Hambre de renacimiento

AutorEduardo Caccia

La respuesta a botepronto es: tenemos un déficit de virtudes. Si me preguntan el origen de tantas calamidades diría además que vivimos un medievo: guerras, inseguridad, desigualdad social, modelo económico deficiente, deformación de valores. La impunidad y la corrupción son una especie de oscurantismo de virtudes. Necesitamos un Renacimiento mexicano.

El Palacio de Bellas Artes aloja las exposiciones de dos íconos renacentistas: "Miguel Ángel Buonarroti. Un artista entre dos mundos" y "Leonardo da Vinci y la idea de la belleza".

Sin menospreciar al primero, quiero referirme al hijo pródigo de Vinci, el hombre que se autodefinió como omo sanza lettere u hombre iletrado, por carecer de formación universitaria (como Steve Jobs), el hombre multidisciplinario, el conocedor de gramática, geometría, filosofía, medicina, astronomía, perspectiva, historia, anatomía, escultura, pintura, diseño y aritmética. Una mente excepcional cuyo talento es mostrado, apenas con una breve muestra de su vasta obra, en la sala Diego Rivera.

Las grandes virtudes de Leonardo se deben en buena medida a una asombrosa capacidad de observación y contemplación, especies en peligro de extinción en el hombre moderno cuya vida acelerada, siempre al borde del vértigo, hace imposible ese momento de quietud y profunda reflexión que acompañó al genio italiano desde su niñez campestre.

Amante de la naturaleza, en una de sus fábulas predijo el lamento urbano en "aquellos que abandonen la vida de contemplación solitaria para vivir en la ciudad" y aconsejó experimentar la soledad con la naturaleza: "Cuando estés solo te pertenecerás por entero; si vas con un compañero, no serás más que la mitad de ti mismo".

Fue tal su embeleso por el mundo natural que advirtió: "Aquellos que toman por modelo cualquier cosa que no sea la Naturaleza, maestra de maestros, se fatigan en vano". Quinientos años después el ganador del premio Pritzker (algo así como el Nobel de arquitectura) Toyo Ito dijo: "No hay mejor arquitectura que la de un árbol".

Da Vinci fue un gran recolector de evidencias, muchas de las cuales plasmó con maestría en sus dibujos y apuntes. Hoy, el ojo supuestamente observador toma fotografías, pero no contempla, hace una acción...

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