Eduardo Caccia / ¡Dos de tres caídas!

AutorEduardo Caccia

Toda sociedad humana acumula tensiones y agresión, la forma de liberarse de ellas, o contenerlas, es un indicador de civilidad.

El espectáculo es un territorio de catarsis, desde las sangrientas jornadas en la antigua Roma donde una multitud enardecida vitoreaba batallas que terminaban en la muerte de unos y el heroísmo de otros, a los grandes conciertos o eventos deportivos que atraen multitudes, hasta el espectáculo que ahora cada quien produce difundiendo imágenes de su cotidianidad, la sociedad necesita válvulas de escape donde abismar sus ánimos.

Asistir a la lucha libre en México puede ser grotesco para algunos, aleccionador para otros. Mi padre, con fobia a las multitudes y aversión a acudir a la lucha libre, nunca consideró acercarme al cuadrilátero.

Mi victoria consistió en que me llevara a un cine barrial de la Ciudad de México a ver una película estelarizada por personajes de rostro oculto: "Santo, Blue Demon y Mil Máscaras, contra las momias de Guanajuato".

De niño tuve enmascarados y héroes del ring en forma de un álbum de estampas donde sigo lamentando que nunca apareció la Momia Azteca.

Finalmente fui a las luchas. Llegué con mi esposa y unos amigos a la Arena Coliseo de Guadalajara para una función de nombre sugestivo, más producto del marketing que de la estética: "Martes de Glamour".

El inmueble inaugurado en 1959, enclavado en el histórico barrio de Analco, no oculta su edad. Sin mayor protocolo que el respetuoso manoseo de seguridad, entramos para que un señor con más años que la arena nos guiara a nuestros lugares, unas butacas a escasas filas del cuadrilátero. Al poco tiempo, el sonido local sonaba de tal forma que tuve que preguntar en qué idioma hablaban, un castellano reverberante propio para iniciados del pancracio mexicano.

Se apagaron algunas luces, la multitud rugía mientras por un pasillo elevado salieron seis señoritas de altos tacones y ropa entallada, bailando estratégicamente para dejar pasar por un costado a los gladiadores de la noche, seres corpulentos, algunos de amplia barriga y larga cabellera, con indumentaria de lo estrafalario a lo cómico, que aparecían entre humo y luces psicodélicas, arengando a la multitud que les profería insultos y alabanzas.

Me quedó claro que estaba en un gran teatro con actores dentro y...

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