Eduardo Caccia / Disfrute su vuelo

AutorEduardo Caccia

Volar se ha vuelto un tropiezo. De vivir en estos años en que uno desayuna en la frontera norte, come en la capital y descansa -o lo intenta- en una tercera coordenada, Wilbur y Orville Wright se sorprenderían de los avances tecnológicos en aviación, portentoso invento del que alguna vez fueron pioneros, pero seguramente estarían sacudidos de experimentar las vicisitudes a las que está expuesto un viajero, ser en tránsito con capacidades asombrosas de adaptación a un flagelo de cuatro letras: AICM.

Para llegar a la terminal aérea más importante del País, el viajero atraviesa congestiones viales formidables que le obligan a pasar horas en un automóvil.

El tipo transita de un tumulto a otro, donde la densidad está garantizada. Ya sea que haga una larga fila para documentar una maleta o se disponga a cruzar los "filtros de seguridad", el pasajero está expuesto a sorpresivas medidas restrictivas, ya de la aerolínea que escrupulosamente pesa y mide las dimensiones de su equipaje en espera de aumentar su rentabilidad por exceso de gramos o centímetros, ya del personal de seguridad que detecta volúmenes en abundancia o formas punzocortantes que frecuentemente habitan en la sospecha y aletargan el acceso de los demás.

En medio de ese trance a la "zona estéril", el afortunado portador de un pase de abordar debe entender que si el semáforo señala que vaya al arco de seguridad número uno, el empleado que ha apretado el botón le dice que se forme en el acceso tres (no sólo en informes de Gobierno los números son caprichosos).

Un estrecho pasillo de techo bajo se ha convertido en un simulacro de hormiguero. Por esa angostura fluye el tránsito de quienes llegaron y quienes (creen que) están por salir.

El viajero debe ubicar la sala de embarque, para lo cual llega a un punto donde otros están estáticos frente a cuatro pantallas, estorbando el paso de otros cientos que no se quieren detener, pero se ven obligados a ello pues no hay forma de avanzar con fluidez entre aquella acumulación de cuerpos y ojos que buscan afanosamente su número de vuelo.

Ya es hora de partir, pero se lee "a tiempo". Si el viajero es novato permanecerá ahí como hipnotizado, con altísimas probabilidades de perder su vuelo. Si el viajero es sufrido pasajero frecuente del AICM, sabe que un político es más...

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