Eduardo Caccia / ¡Se cayó!

AutorEduardo Caccia

Durante el reciente desfile militar conmemorativo de la Revolución Mexicana, participaron cerca de mil elementos de la caballería del Ejército Mexicano haciendo acrobacias ecuestres.

La nota periodística al día siguiente, en varios diarios, coincidió en destacar a uno de esos jinetes, ¿el motivo?, caballista y corcel cayeron al suelo frente al Presidente de la República.

¿Por qué ese desafortunado accidente se convirtió en noticia de primera plana? ¿No ameritaba más atención que los cientos de jinetes u otros miles de participantes en el desfile lo hicieron bien?

Los humanos tenemos atracción por las noticias que podríamos calificar de negativas. Cabecear la plana "Realiza acrobacia sin novedad", difícilmente llamaría la atención, a menos que supiéramos que había algún impedimento para no haberlo hecho: "...a pesar de no tener piernas".

En el cuento literario, parte de su efectividad radica en el nudo o conflicto al que los personajes se enfrentan. En la narrativa de historias, el hilo de tensión consiste en ese problema sin resolver. Lo saben bien los guionistas de televisión y cine.

Las razones de nuestro imán con la información negativa existen desde tiempos cavernarios. Los cazadores regresaban al campamento luego de extenuantes jornadas, encendían una fogata y alrededor de ella se reunían más individuos de la comunidad, escuchaban sus historias con interés para saber cómo uno de ellos se había ahogado al cruzar un río caudaloso o cómo otro había sido mordido por una serpiente, no por morbo ni por schadenfreude, lo hacían por la razón más importante de todas: la sobrevivencia.

A través del éxito o infortunio de otros acumulamos instrucciones para estar preparados en circunstancias análogas. El principio es tan antiguo como vigente.

Muchas personas externan que prefieren las "buenas noticias" a las "malas noticias" en los periódicos. Incluso califican a muchos de "amarillistas". Hay, sin embargo, una contradicción entre el decir y el hacer. La inclinación que tenemos por lo que llamamos "malas noticias" es biológicamente necesaria.

Piensa, por ejemplo, que de un día para otro dejas de tener "malas noticias". Los medios destacan -nada más- las nuevas flores recién brotadas en los viveros, las listas de los mejores estudiantes de educación superior, ningún político incumple, y así...

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