Una dura travesía

AutorClaudia Mendoza

Además de sueños y ambiciones, Cristóbal Colón traía, en sus tres carabelas, alimentos que no sólo nutrieron los platos de los marineros que tocaron por vez primera tierra americana, sino que llegaron a conquistar también los paladares del Nuevo Mundo.

Si bien estos ingredientes viajaron desde tierras europeas en condiciones poco favorables dentro de la Niña, la Pinta y la Santa María, las lentejas, habas, garbanzos y otros granos enriquecidos con carne de cerdo y res formaban parte del menú de los tripulantes que partieron el 3 de agosto de 1492 desde el Puerto de Palos, en la Frontera al sur de la Madre Patria.

Por el tamaño de las naves, al parecer el número de aventureros no era mayor a 100, agrega el historiador José María Infante, pues de esas naos, como también se les llamaba, la más grande era la Santa María, a la que le seguía en tamaño la Pinta, ya que la Niña era la más ligera y rápida.

Estas naves se aprovisionaron de lo suficiente para un trayecto largo, aunque no tenían bien claro la ruta y el tiempo que les tomaría llegar a tierra firme.

Como parte de su equipo, los marineros portaban platos de barro o madera, estos últimos los preferidos, para evitar que se rompieran, y de preferencia hondos, para añadir buenas porciones, pues la comida se ponía al centro y comía el que se servía rápidamente, y si alguien faltaba, ya no probaba bocado hasta la siguiente preparación, indica la cronista María Concepción Hinojosa.

La comida a bordo era muy rústica, añade Carlos Valdez, historiador y director de la carrera de Historia de la Universidad Autónoma de Coahuila, aunque los altos mandos contaban con otras viandas, como quesos viejos, para tener más fuerza, antojo que no era para el resto de la tripulación.

"No había gran cosa a bordo. En algunos momentos pescaban algo en la travesía, pero no era muy frecuente, aunque en las islas los indios les dieron pescado fresco", explica Valdez.

También llevaban las anchoas saladas, explica Infante, pero tenían el problema de que por ser tan saladas, les daba mucha sed, y tomaba tiempo quitarles ese condimento para usarlas.

"Hacían unas galletas en el barco con harina y agua y las amasaban de una manera especial; cuando estaba la masa aplastada, se cortaba en lonchas y los cuadritos se metían a la boca del horno con una pala; cuando terminaban, eran duras como piedra.

"Esas galletas aguantaban mucho tiempo, pero hay que aclarar que tenían problemas para comerlas por su mala dentadura, además de...

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