Diván Especial/ Conductores funestos

AutorJosefina Leroux

Un joven preocupado por la realidad y la forma de conducirse de los jóvenes en esta próspera ciudad me pidió que escribiera e hiciera conciencia sobre la fiebre de velocidad que provocará las carreras de autos este fin de semana en Monterrey.

Este joven vive cerca de la calle Morones Prieto y del Hospital San José, y me cuenta que todos los fines de semana escucha ambulancias, patrullas y hasta bomberos que tratan de socorrer a los accidentados o transportan los restos de los que no lograron sobrevivir.

"Disculpe que sea tan crudo pero es que la verdad me toca escuchar como mínimo un accidente por fin (de semana) y a veces es fatal".

"Al parecer, a veces los jóvenes no aguantamos la presión de este pueblo que se dice ciudad y como aquí hay, y hay bien, todo mundo traemos un buen coche con motor para volar...".

La principal causa de muerte juvenil son los accidentes, la mayoría de las veces combinados con el exceso de velocidad y el consumo del alcohol.

Cientos de jóvenes han muerto aquí en los últimos años, otros han quedado paralizados o lesionados de por vida, pero los demás siguen subiéndose a su auto para librar la carrera con la muerte cada día.

Aceleran y rebasan, se saltan altos y luces rojas distraídos con la música a todo volumen.

Se conducen como en trance, inconscientes de su alrededor.

Presumen su destreza y temeridad, mucho más si andan intoxicados.

Quizás no tengan otra cosa que ostentar que un auto. O tengan una enorme necesidad de llamar la atención de la gente y utilizan una forma estruendosa de mostrar que sí existen.

En pocos lugares del mundo los jóvenes tienen autos a edades tan tempranas como en esta ciudad. Antes de que puedan obtener una licencia para conducir ya tienen un auto a la puerta que les regalan o prestan los padres sin clases previas de manejo la mayoría de los casos.

Si algo caracteriza a los adolescentes es su impulsivismo, sus reacciones incontroladas ante la frustración de sus necesidades, de las que todavía no logran hacerse responsables y enjaretan a otros, principalmente sus padres, hacia quienes sienten un perpetuo conflicto.

Por un lado se sienten hartos de depender y obedecer, y por el otro, les siguen pidiendo que satisfagan muchas de sus necesidades como si fueran todavía muy pequeños.

Cuando no logran lo que desean se sulfuran de inmediato, azotan las puertas, lloran..., y si tienen automóvil se salen a desahogar su coraje pisando el acelerador hasta el fondo.

Todo esto cuando no existe un...

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