DIVÁN

AutorJosefina Leroux

Relaciones peligrosas

P.- Busco un consejo, una terapia, algo que me ayude a salir de un dolor placentero.

Tengo 31 años, divorciada de una persona que sacó lo peor de mí, al grado de tener miedo a los hombres, menos a uno. Está casado, tiene 48 años. En él encontré el cariño, la admiración, el respeto a una relación.

Ya son cinco años así. Él es mi amigo, mi todo. No nos vemos muy seguido, pero todo los días hablamos. Se preocupa por mis planes, mi salud, mi familia. Nos vemos en una plaza, nos miramos a los ojos lo más cerca que se pueda y la pasamos hermosamente.

Él a mí no me quiere, me lo ha dicho mil veces, que él no me ama, que es un hombre con compromiso. Hemos tratado de acabar esto, pero no puedo, siempre recurro a él.

Me invitan muchos a salir y no quiero dejar de amarle. Me niego a dejarlo de amar. Últimamente me lo dice más duro, pero pasa un día y nos calmamos, y de nuevo comienza el amor. Ya le dije: 'yo no puedo alejarme de ti, hazlo tú, no contestes, no me escuches, aunque llore, tú sigue', pero tampoco lo hace.

Una parte de mí quiere salir y la otra parte quedarse porque él saca lo mejor de mí, lo amo, me gusta a morir. Espero me ayude a ver esto de otro ángulo.

R.- Los mismos principios que te hacen admirar a un amigo le obligan a una lealtad conyugal, aunque su amistad contigo represente una enorme tentación.

En las relaciones con casados, la amante acaba excluida cuando se entera la esposa. La posibilidad del fracaso conyugal o una separación hacen que toque fondo el infiel y...

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