Con disciplina olímpica

AutorMaría Luisa Medellín

Es fácil que algunos niños se asusten e incluso lloren cuando su instructor se muestra enérgico al corregir con voz potente sus brazadas o la forma de patalear en la piscina.

Hasta los mismos papás detrás del muro de cristal por el que observan las evoluciones de sus hijos podrían angustiarse, aunque no entren a consolarlos, ya que una de las reglas es no intervenir.

Sin embargo, los pequeños pronto comprenden que lo que intenta José Urueta Flores es que no se distraigan y que desde un principio se muevan con soltura en el agua. Entonces las cosas cambian.

Entienden que si hay que dar lo mejor, su entrenador sabe ser exigente, pero también dejará un tiempo para jugar y relajarse, como cuando choca sus manos con ellos y finge que son tan fuertes como para lanzarlo casi a media alberca.

Este nadador olímpico de Munich 72 y Montreal 76 lleva ya 20 años al frente del Aquatic & Fitness Center Urueta, por donde han pasado más de 5 mil alumnos, infantes en su mayoría, quienes al entrar a la oficina del club por vez primera se sorprenden con las medallas de su maestro.

Aún más cuando sus papás les cuentan que él fue a las Olimpiadas, y que en esas fotos de la pared está con el Presidente del País, que abanderó a los competidores que fueron a representar a México.

  1. - De la escuela de este tritón entran y salen decenas de pequeñines acompañados de su mamá o papá.

    Algunos llegan con gorra y goggles puestos. Otros lucen su bata de baño con personajes de caricatura.

    Los padres se sientan a esperarlos en un área con sillas de plástico contigua a la piscina techada y los vestidores, mientras un cuarteto de entrenadores o más divide en grupos a los chicos.

    "Es la temporada más concurrida, porque los papás quieren que sus hijos aprendan a nadar antes de vacaciones; ésa es la primera razón por la que los traen, pero siguen viniendo al comprobar que tienen buena técnica o que otras personas se sorprendieron de que a tan corta edad nadaran tan bien", comparte José, atento desde la oficina a que las clases empiecen puntuales, que los entrenadores reúnan a su grupo y que los padres recojan a los niños al terminar la sesión, para lo cual emite un peculiar silbido.

    Esta escuela, al sur de la Ciudad, es un sueño que este hombre atlético, de 55 años, piel blanca algo tostada y cabello canoso, había postergado.

    Nacido en el Distrito Federal, aunque su tono es más norteño que del centro del País, se había enfocado en su carrera deportiva y luego a ejercer la...

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