Rebanadas/ Con dinero baila el perro...

AutorCony De Lantal

Mucho se ha hablado en estos días del reportaje de los españoles sobre el presunto tráfico de órganos que "descubrieron" en el Estado de México. Para estas alturas, todos los involucrados están en calidad de delincuentes y la imagen de nuestro país anda, para variar, por los suelos.

Se ha dicho de todo: que si es delito grave, que si esta gente es inhumana, que si es una red bien organizada...

Lo que nadie se ha detenido a pensar es que estos españoles llegaron a tocarle la puerta al supuesto padrecito con 900 mil dólares en la mano. Con esa cantidad de dinero aflojan a cualquiera. Estoy segura que en España sobra gente que quiera vender más que un riñón, inclusive por mucho menos dinero que eso; hasta el propio Rey Juan Carlos daría una titubeada.

Si encima le agregas que aquí hay hambre, pues existe una alta probabilidad de encontrar un donador de riñón, quién lo opere y al que los contacta a los dos. Y lo peor del caso es que, seguramente, todos están convencidos de que están haciendo un bien, ayudando a una persona que lo necesita.

No hace mucho tiempo salió publicado en este periódico el caso de gente que se anuncia en Internet para vender algún órgano; vuelvo a insistir, todo es cuestión de llegarle al precio...

Carta de Whataburger...

Recibí una carta del Sr. Fabián Elizondo, gerente administrativo de Whataburger, en donde me invita a conocer sus procesos, ver y probar la calidad de sus hamburguesas, esto a raíz de un comentario que apareció en esta columna, precisamente acerca de algunas deficiencias en calidad de su sucursal de Vasconcelos.

Antes que nada le agradezco infinitamente al Sr. Elizondo su invitación, pero quisiera aclararle que ya conozco de vista y de sabor sus hamburguesas, soy asidua a ellas y no por este incidente dejaré de serlo. Sin embargo, también me gustaría decirle que me atreví a señalarles estas deficiencias porque las viví muy de cerca cuando mi marido y tres amigos más fueron a dar directamente al Muguerza con retortijones, después de cenarse una Whataburger. Las mujeres nos salvamos porque no las probamos.

Encima de esto las enfermeras del Muguerza nos comentaron que no éramos los únicos ese día que íbamos a parar ahí por envío de Whataburger.

No hace falta una epidemia, seguramente nadie reportó esto a la Secretaría de Salud; el único reporte que existe es el testimonio de una servidora, quien tuvo que aguantar los embates de un marido que, de por sí, es necio y achacoso; imagínenselo enfermo de la...

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