Cuando desperté, el Concorde estaba ahí

AutorJaime Palacios Chapa

Lo descubrí muy temprano, cuando intentaba inútilmente recoger el periódico.

El inmenso edificio horizontal y alado se había hecho lugar entre árboles, casas, alambres y automóviles.

No era cualquier admiración la que la navezota nos provocaba. Era una admiración fúnebre. Tanto, que ningún conductor, ecotaxistas y camioneros incluidos, se atrevía a usar el cláxon en su contra.

Poco a poco, la curiosidad le ganó a la prisa -segundo milagro de la mañana-, los coches pararon y nos fuimos acercando al artefacto rompedor de ventanas y tímpanos.

Santiago, de la automotriz, de inmediato se puso a buscarle fugas.

Dos estudiantes lanzaron la suposición de que éste había sido el transporte de las bailarinas húngaras.

Alguien más encontró el café caliente, refrescos y repostería francesa. Pero Romualdo nos aguó la fiesta.

En una versión libre de la Teoría de la Relatividad cruzada con sicoanálisis -las...

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