Denise Dresser / Vara más alta

AutorDenise Dresser

El problema no son las nueve mil rosas, los 500 invitados, el menú, la langosta, las vallas, el vestido opulento de la novia, la música de los Ángeles Azules, las fotos de AMLO posando con Manuel Velasco y Anahí.

El meollo del asunto no es que la mano derecha del Presidente electo pagara por aparecer en la portada de la revista "¡Hola!". La discusión de fondo no es si la boda puede ser catalogada como "fifí" ni cuánto costó ni el hecho de que no se pagara con recursos públicos.

El motivo de la crítica legítima de tantos -incluyendo votantes morenistas- reside en lo que la boda biliosa evidenció: la distancia entre lo que el Gobierno entrante prometió ser y cómo se comporta.

La incongruencia de quienes criticaron, y con razón, a una clase política ostentosa e insensible, para después emularla. La contradicción de quienes convocaron a votar por una opción que ofreció desempeñarse de manera distinta, pero actuó de manera igual. El contrasentido de quienes denostaron conductas que después mimetizaron.

Uno de los ejes narrativos de la campaña de AMLO fue el juicio frontal a la frivolidad del peñanietismo. Una crítica necesaria, merecida, compartida. ¿Cómo olvidar los 400 invitados a París, la Primera Dama paseándose por Rodeo Drive, la portada de Angélica Rivera presumiendo la Casa Blanca, el tatuador invitado a Los Pinos?

Escena tras escena del mirreinato mexicano: ese lugar sin límites, ese lugar racista, clasista, elitista. AMLO encaró al país de privilegios, al México de funcionarios ricos y trabajadores pobres, guaruras que custodian a algunos mientras patean a otros, vallas que protegen a los poderosos mientras excluyen a los pordioseros.

Millones de personas votaron por lo que él prometió, por lo que él enarboló, por lo que él se comprometió a cambiar. Gobernar con el ejemplo y que sus subordinados lo emularan. Barrer la escalera de arriba abajo, aunque se viera obligado a sacar a escobazos a sus propios colaboradores si la ensuciaban. Actuar con austeridad republicana y obligar a su equipo a hacerlo también.

Por eso el desconcierto derivado de una boda que, antes de llegar al poder, AMLO habría calificado como evento de "señoritingos", de "fresas", de "blanquitos" y totalmente "Riqui riquín". Por eso la desilusión ante su respuesta: "No me casé yo" y los "adversarios" de Morena son los verdaderos malosos.

Por eso el desconcierto ante los que justifican y minimizan la ostentación porque no fue financiada con...

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