Denise Dresser / ¿Tlatoani 2.0?

AutorDenise Dresser

"En México no se mueve una hoja sin que lo sepa el Presidente". Así era el presidencialismo con Echeverría y López Portillo y De la Madrid y Salinas de Gortari. Omnipresente, omnipotente, imperial. Hasta que a partir de 1994, tanto la voluntad como las condiciones institucionales que permitieron el hiperpoder presidencial terminaron.

El PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y comenzaron los Gobiernos divididos. Zedillo se cortó el dedo y rehusó nombrar a su sucesor vía el dedazo. Hubo por primera vez unas primarias en el PRI y el ocupante de Los Pinos prefirió mantener una sana distancia con su partido, en vez de asegurar su predominio.

El poder comenzó a dispersarse, a exportarse más allá del Ejecutivo. México pasó de un Presidente que podía hacer mucho a un Presidente que podía hacer poco. México transitó del Presidente empoderado al Presidente acorralado. Pero la probable victoria de AMLO puede implicar la vuelta al lugar de donde venimos. El círculo del "eterno retorno", citando a Borges.

El retorno a un Presidente fuerte, capaz de dominar el Poder Legislativo, influenciar el Poder Judicial, dirigir un sistema político y económico altamente centralizado, llenar el Gobierno con los suyos. Hacer lo que hicieron sus antecesores prezedillistas, que gozaban de poderes metaconstitucionales. Y podían gobernar de esa forma por las "fuentes políticas del presidencialismo en México" como las llamó Jeffrey Weldon.

Son cuatro y explican el éxito y la permanencia del PRI como partido dominante durante 71 años: 1) un régimen presidencialista definido así por la Constitución; 2) Gobierno unificado en el que el partido gobernante controla la Presidencia y ambas Cámaras; 3) disciplina dentro del partido gobernante; 4) un Presidente que es el líder reconocido del partido gobernante.

Así fue el PRI y así se están erigiendo AMLO y Morena en esta elección.

Con el umbral de voto pronosticado, Morena ganará la Presidencia por un amplio margen, probablemente se convertirá en la fuerza principal dentro del Congreso, y en alianza con el PES y el PT podría alcanzar la mayoría necesaria para aprobar reformas constitucionales.

AMLO sería el jefe máximo, reconocido así por todos los miembros de su partido, con poco disenso interno, con mínima crítica pública. Aunque el PRI y el PAN mantendrían cierta presencia en el Legislativo y el control de algunas Gubernaturas, el próximo Gobierno conviviría con una oposición diezmada, desfondada, con dificultades para...

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