Denise Dresser / Tierra Prometida

AutorDenise Dresser

En vez de mañanera hubo misa. En vez de una evaluación del estado que guarda la nación, escuchamos un sermón sobre el arribo a la Tierra Prometida.

Eso fue el Tercer Informe de la Cuarta Transformación. Un relato bíblico, una caminata por Canaán, un exhorto a creer que una persona milagrosa está produciendo resultados milagrosos.

Desde el púlpito habló el predicador que quiere salvar almas en vez de asegurar resultados. El párroco que quiere ser seguido por apóstoles en vez de ser medido por ciudadanos.

El líder que no se comporta como dirigente electo de una República laica, sino como el guía espiritual de una secta religiosa.

Lo que López Obrador ofrece a quienes gobierna no es un contrato social o un compromiso constitucional, es la conexión emotiva con un culto, es la lealtad espiritual a la investidura papal.

Para entender a este Gobierno hay que abdicar a la razón y sustituirla con la fe. Hay que arrodillarse y persignarse.

Porque sólo así resultaría aceptable un Informe como el que AMLO presentó, con el lenguaje que utilizó, con el desapego a la realidad que demostró.

Lo más evidente y constante del discurso presidencial fue la discrepancia entre los dichos y los hechos. Las mentiras evidentes y constatables.

La imposibilidad de comprobar mucho de lo que se celebra, ya que no existen datos o estudios o padrones o evaluaciones o censos gubernamentales disponibles.

Es obvio que el Presidente posee una vocación transformadora centrada en combatir la desigualdad, la pobreza y la corrupción.

Pero también es cierto que mantiene una relación resbalosa con la verdad. Está dispuesto a manosearla de ser necesario, y a mancillarla cuando resulte conveniente.

No es que mienta más que sus predecesores, es que prometió no hacerlo. No es que su Informe contenga más falsedades, es que ante ellas demanda resignación cristiana.

Y quien desmienta al Presidente no es un crítico racional o un ciudadano exigente que busca ser convencido a través de los datos. Se vuelve un apóstata. Un hereje.

Un fariseo que no puede entrar a ese reino de los cielos que es la Cuarta Evangelización. Un protestante al que se debe quemar en la estaca, porque señala con qué frecuencia AMLO violenta la verdad.

Como cuando dice que no ha caído la producción de Pemex, pero no es así; como cuando declara que la corrupción se ha acabado, pero ordena no investigar a Bartlett; como cuando afirma que el Estado ya no viola los derechos humanos y olvida la "Ley Garrote" o la prisión...

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