Denise Dresser / Yo paro

AutorDenise Dresser

Hace unos días participé en un panel como tantos. Siete panelistas distinguidos, todos con cosas interesantes que decir, con palabras precisas que compartir. Hubo un moderador afable, algunas viñetas personales, varios argumentos importantes, y al final los aplausos y la foto de rigor. Y al bajar del escenario me pregunté como lo hago casi siempre: ¿Por qué no había más mujeres en el escenario?

Me doy cuenta de esta ausencia cada vez más. En el aniversario de la Constitución, en la presentación de libros, en eventos universitarios, en la Oficina Oval cuando Trump firmó una orden ejecutiva, incluso en mesas redondas celebrando el Día de la Mujer. Hombres, hombres y más hombres. Un índice de masculinidad perfecto. Clubes de Toby por doquier.

Y va la pregunta: "¿Por qué?". No formulo esta interrogante desde el feminismo militante o el resentimiento recalcitrante o el rencor contra hombres que forman parte de mi vida, ayer y hoy. Algunos admirables, otros no tanto, pero nunca he pensado que el género opuesto existe para ser aniquilado, denostado o emasculado. Fui educada para pensar que yo o cualquier mujer podría ser científica o astronauta o Premio Nobel o Presidenta.

A lo largo de mi carrera he estado rodeada de mujeres pensantes, exitosas, creativas, que se han salido del rebaño, que han empujado las fronteras de lo posible. Sin embargo, ninguna de ellas fue invitada a participar en el panel al que asistí, ni a tantos otros donde hay una multitud de pantalones y ni una falda bien puesta.

En la Ciudad de México nos enorgullecemos de vivir en una urbe ilustrada, progresista. Tanto la izquierda como la derecha liberal se dan palmadas en la espalda por empujar la agenda de género, y se ríen cuando a las mujeres en Arabia Saudita no se les permite manejar, se indignan cuando las mujeres en África Occidental son sometidas a la mutilación genital, se consternan cuando a alguna mujer afgana la obligan a casarse a los 13 años.

En México nos congratulamos porque las mujeres -dicen- tienen más oportunidades, más educación, más libertad. Y sin embargo allí estaba sentada yo en el presídium, con otros seis hombres.

Pensando que si un país consistentemente ignora o subestima al 50 por ciento de su población, nunca va a lograr modernizarse. Crecer. Competir. Avanzar. Ninguna empresa humana podría prosperar si excluye a la mitad de su talento. Pero México lo sigue haciendo a pesar de las aportaciones femeninas.

Poco reconocidas, poco aplaudidas, pero...

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