Delicias del paraíso

AutorAmallely Morales

Fotos: Aggi Garduño

Villahermosa, Tab.- A unos 60 kilómetros de la capital del estado, en el municipio de Comalcalco, se encuentra la Hacienda Cacaotera Jesús María donde entre palmeras de coco y manglares se distinguen árboles de los que cuelgan grandes mazorcas amarillas, verdes y rojas que contienen los preciados granos de cacao.

Lo primero que se percibe al llegar a la finca es el aroma a cacao prensado. Se antoja beber una taza de chocolate helado para refrescarse del intenso calor y la humedad de la selva.

Nuestro anfitrión, Vicente Gutiérrez, ya nos espera y será el encargado de guiarnos a través de esta hacienda que exporta cacao a países como Ecuador, Suiza o Bélgica y donde se elaboran los icónicos chocolates tabasqueños CACEP, recuerditos clásicos de cualquier travesía por este destino del sureste mexicano.

En tiempos prehispánicos los granos de cacao eran utilizado como moneda de cambio. Actualmente, son el ingrediente principal en el proceso de elaboración de cualquier tipo de chocolate.

Los visitantes descubrirán que en Jesús María no sólo se cultiva cacao sino que se fomenta la preservación del medio ambiente, con énfasis en la regeneración y revitalización de las plantaciones de la variedad criolla.

Esta variedad es considerada, a nivel mundial, como la mejor debido su complejo sabor, excelente intensidad aromática y alto contenido de grasa, que provee de una mejor consistencia a las barras de chocolate y resulta en bebidas de gran calidad.

Vicente nos comenta que hasta hace unas décadas para que las bayas tuvieran 40 granos cada una tenían que pasar unos cinco o seis años, ahora sólo dos. Esto, gracias a un injerto que contribuyó a mejorar el árbol de cacao y que permitió que las mazorcas estuvieran maduras en menos tiempo.

Cautivados por el delicioso aroma chocolatoso que inunda la finca, lo seguimos y llegamos al área donde se fermenta y despulpa la semilla.

Allí, nuestro anfitrión abre una mazorca y nos invita a tomar un grano que es más o menos del tamaño de una almendra, cada semilla está recubierta por mucílago, una pulpa de color blanquecino que sabe entre dulce y ácido.

En el área se pueden observar miles de granos esparcidos en el suelo y que son constantemente removidas por los trabajadores con ayuda de una especie de rastrillo para lograr un secado uniforme de las semillas.

Caminamos bajo el intenso sol hacia la fábrica, que se encuentra dentro de la misma hacienda, donde a diario se procesan decenas de kilos de...

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