Dejando huella

AutorMaría Luisa Medellín

En medio de su profunda tristeza, Galia Wintermann se preguntó: ¿qué debía hacer con las pertenencias de su hija?

La pequeña Tamara había fallecido en un accidente automovilístico, en el que, milagrosamente, el resto de la familia salió ileso.

Aquel 9 de junio del 2008, Galia, su esposo Simón Sandler y sus hijos Alejandro, entonces de 14 años; Daniel, de 12, y Tamara, de 7, regresaban por carretera de Acapulco hacia la Ciudad de México, cuando su vehículo derrapó sobre aceite derramado en el asfalto, estrellándose contra un muro de contención.

"Hay situaciones inexplicables, y por más que me cuestione no lo entiendo. A nosotros no nos pasó nada... Ella murió y se me partió el corazón, pero mi hija era muy buena y no hubiera querido que descuidara a sus hermanos y a su papá, así que me propuse seguir y sacarlos adelante, aunque todos los días lloro su ausencia", comparte y suspira Galia, originaria de Monterrey, y quien ahora reside en la capital del país.

Un par de años transcurrió antes de pensar en un destino para las cosas de Tamara, que eran muchas, por ser la niña, la más chica y la consentida de la casa.

Galia buscó entre las fundaciones alguna encargada de repartir zapatos, que tomara en cuenta la talla de quien los recibiera, que estuvieran limpios, desinfectados, empacados, y comprobó que no existía.

No quería meterlos en una bolsa y dejarlos así nada más. Mientras lo pensaba, se le cruzó la idea de hacer algo al respecto.

Les pediría a sus amigas que le donaran calzado en buenas condiciones, que pasaran la voz y le ayudaran.

"Nadie piensa que alguien no tenga zapatos, pero los niveles de pobreza en nuestro país son muy elevados, y en muchos lugares, como la sierra, la gente debe caminar kilómetros descalza, o usar los de otra persona, viejos o rotos; y recibir un par de regalo podría hacer la diferencia", afirma vía telefónica esta mujer de hablar presuroso, quien transformó el dolor en una poderosa motivación por ayudar.

La recolección de zapatos comenzó en su casa, con tan buena respuesta que, pronto, se acumulaban en torres por la sala y el comedor.

"Mis hijos me decían en broma: 'Mamá, ¿vamos a comer la sopa en las botas o en los tenis?', porque estaba impresionante", describe entre risas.

En marzo del 2011 se formalizó el Proyecto Tam: Dejando Huellas, cuyo nombre honra la memoria de la pequeña Tamara. Lo respaldó la Fundación de Altruismo Bet El, A.C., perteneciente a una congregación llamada igual, y que es una institución...

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