Sobreaviso/ La decisión de los indecisos

AutorRené Delgado

De los indecisos será la decisión final. Esa será, quizá, una de las últimas paradojas de esta sinuosa y larga campaña electoral.

Vicente Fox y Francisco Labastida llegaron empatados al final de la contienda y, aun cuando de seguro harán un sprint en los pocos días que restan al proselitismo para atraer a esa fracción del electorado, los indecisos determinarán si será Fox o Labastida, quien deberá ocupar la Presidencia de la República.

La decisión de los indecisos será determinante en el ineludible desempate. Una enorme responsabilidad política gravita sobre esa minoría electoral, en su boleta se cifra no sólo el nombre del ganador de la contienda sino también -así se dio la campaña- el curso de la historia nacional.

La opción de los indecisos es tan simple como compleja. Votan alternancia o continuismo.

En estos próximos ocho días se resume más de un año de campaña pero, sobre todo, se resuelve el porvenir nacional. Se continúa o se quiebra una historia de más de 70 años. Ese es el fondo de la materia.

Se trata simplemente de cruzar una casilla de la boleta pero, en el inofensivo tache, se juega esa historia. A diferencia de otras elecciones, esta vez el votante tiene esa posibilidad. No se trata nada más de escoger entre un hombre u otro, se trata de escoger si la nación sigue o no por el mismo sendero. Sin ser única, la oportunidad es excepcional.

No cada seis años se puede escoger qué historia se quiere contar. Quién sabe cuándo se pueda volver a dar esa circunstancia. Por eso la importancia del voto de los indecisos.

Ante la gravedad de la decisión de los indecisos, hay una paradoja: la puesta del sol de ese domingo singular, no promete un paraíso. No hay por qué engañarse, en el horizonte no se perfila el edén político.

En el fondo, se podría decir que Fox ofrece una alternancia sin alternativa y Labastida propone un continuismo sin garantía. Ambos candidatos fincaron sus posibilidades en el señalamiento negativo, en la denostación del adversario. De manera simpática o grosera se llevaron la campaña por ese carril, no supieron combinar su propuesta con esa estrategia o, peor aún, ni siquiera pudieron elaborar un discurso de campaña. Llevado al extremo este planteamiento, se deja la impresión de que se trata de escoger no al mejor de ellos, sino al menos peor. Al menos mentiroso, al menos corrupto, al menos incapaz, al menos majadero. Al menos peor.

Como quiera, la elección de uno u otro supone en el mejor de los casos echar los...

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