Decano del teatro

AutorDaniel de la Fuente

No empezaba aún la década de los 40 cuando Rubén González Garza pisó por vez primera un escenario.

Ya había hecho la primera comunión, pero seguía acudiendo a la doctrina en la Parroquia de San José, sobre 15 de Mayo, entre Rayón y Pino Suárez, cuando un día en el Teatro Esperanza, aledaño al templo, empezaron a montar pequeñas obras. La de ese día se llamaba "Los pantalones", protagonizada por la futura actriz Jovita Alanís.

Al término, la pionera del teatro local Carmen Alonso, encargada del espacio, pidió la atención de los chiquillos: "¿Algún niño que quiera...?", y no acababa de decirlo cuando Rubén, quizá de 10 años, ya estaba sobre el escenario.

Lo pusieron a hacer una improvisación fársica con Francisco Robledo, quien también se dedicó al teatro. Tanto le gustaron a aquel chiquillo los aplausos, que, recuerda hoy, hizo una caravana ridícula.

"Totalmente exagerada", dice entre risas Rubén, "pero me nació del alma hacer la caravana tal como las hacían en las obras de revista del Teatro Regis, donde papá fue productor, en el que me colaba para ver a cómicos y cantantes".

Aquella ocasión, cuenta, salió "muy orondo" y Carmen, conmovida, le regaló un peso de plata 0.720, que él le enseñó a su padre porque éste solía decir que los artistas no ganaban dinero.

"Esto es lo mío", pensó entonces Rubén, satisfecho. "Esto es lo mío".

Años después, dirigió "La zorra y las uvas", uno de sus montajes célebres, en el Teatro del Maestro. Al salir, el teatrista vio que en un coche con la puerta abierta, sobre la calle Washington, estaba sentada una anciana con un bastón. Era Carmen.

"No recordó que yo era aquel niño al que le dio el premio, pero esa noche me dio uno mejor. Me dijo: 'Aquí me quedé esperándolo a que saliera para decirle que he pasado una de las noches más gloriosas de mi vida como espectadora', y yo no pude más que agradecerle, emocionado, repitiéndome lo que dije en esos días de la infancia".

Con las manos entrelazadas, como si apretara de nuevo aquella moneda que definió su futuro, hoy Rubén, de 85 años, lo murmura: "Esto es lo mío... Esto es lo mío".

Aquel niño que conoció por vez primera el aplauso del público en esa parroquia es hoy el decano del teatro en Monterrey.

Propiamente su debut fue en 1950 en "La enemiga", dirigido por Elisamaría Ortiz, pero para llegar a la asociación que ella encabezó, Núcleo de Arte Teatral, germen de la profesionalización de las artes escénicas en la Ciudad, Rubén pasó por una infancia y juventud que...

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