De David a Dania

AutorJorge Alberto García

Libros, diplomas, títulos académicos. Cada uno ocupa un espacio importante en la oficina de la investigadora Dania Gutiérrez Ruiz, pero lo que más atesora es una vieja carta que simboliza tanto una ruptura como un principio.

En la misiva del 2003, un psicólogo norteamericano le informa a un endocrinólogo de su consentimiento para que un paciente varón inicie tratamiento hormonal para adoptar una apariencia más femenina y convertirse en mujer: Dania.

"Guardo la carta porque cuando se pueda en México formalizar mi transición sé que me va a ayudar para probar que ya llevo un tiempo en esto", menciona la investigadora biomédica de 41 años.

De grandes y expresivos ojos, cabello teñido y piel apiñonada, la doctora en bioingeniería, científica y maestra que labora en la Unidad Monterrey del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN (Cinvestav), conversa de manera franca sobre su transición de género.

De gran estatura, 1.80 metros, de su personalidad resalta su voz suave y femenina y modales impecables.

"Pero sin tacones", dice con una carcajada, "porque me gusta usarlos altos, así que para el promedio soy alta. De esto se queja mi esposa, porque ella mide apenas 1.60".

Dice que Luz Lazcano vino a esclarecer su vida. Se conocieron en el 2006 y se casaron al año siguiente, cuando Dania todavía no se asumía totalmente como mujer transgénero y su nombre era David.

"Estrictamente hablando la conocí como David. Fue en un curso y platicando supe que se consideraba transgénero, nunca fue un secreto esta situación de querer ser mujer", recuerda Luz.

El deseo de conocerlo por completo llevó a Luz a pedirle ver también a Dania. Esto se dio en una cita como cualquier otra: fueron a un bar y luego a cenar.

"Esto para mí fue un aprendizaje de cómo tratar y hablar con una persona transgénero y de cómo cuadrar eso en nuestra vida sentimental. Yo amo a la persona sin importar el género", enfatiza Luz.

En el plano profesional considera a Dania como sencilla, honesta, recta, que le gusta marcar la vida de sus alumnos, no sólo a nivel académico.

La doctora en ciencias añade que se considera respetuosa y le gusta ser respetada, de mente abierta y dispuesta al dialogo.

"A veces suelo ser un poco dura cuando no me respetan, así que marco mi raya", asegura.

Esto tiene que ver, confiesa, con un sentido de supervivencia: siendo transgénero, está sujeta a frecuentes arbitrariedades. Según estadísticas que ella menciona, alguien en su situación tiene un 30 por ciento de mayor posibilidad de ser objeto de violencia, pero esto no le quita el sueño.

I

Cuando el televisor de cinescopio se averiaba, habilidoso, David lo componía.

Vivía con sus padres: él economista y ella enfermera, así como sus...

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