Dan una lección: Sólo descuido

AutorDaniel de la Fuente

Carencias, mala atención e indiferencia fueron nuevas palabras que entraron al diccionario de definiciones de lo que son las bibliotecas, localizadas en el Municipio de Monterrey.

En los últimos seis años, según las encargadas de los sitios de lectura visitados por EL NORTE, éstas fueron las características principales que tuvieron frente a ellas las dos pasadas administraciones del Ayuntamiento de Monterrey.

Entre el olvido y la indiferencia, estos inmuebles frágiles y deteriorados son iluminados tan sólo por el interés de los niños y adolescentes que los visitan, así como por el empeño que ponen en su labor casi anónima las encargadas de estas bibliotecas, quienes iluminan cartulinas didácticas, limpian y decoran hasta donde se puede y procuran que la lectura se vuelva un firme hábito en las vidas de los menores.

En un recorrido que hizo a principios de mes, el Alcalde Felipe de Jesús Cantú dio instrucciones para que en un plazo de dos semanas quedara lista, con una inversión de 50 mil pesos, la Biblioteca del Centro Cívico Heriberto Jara, de la cual se tuvo que quemar un acervo de 5 mil volúmenes, dado que estaban en condiciones inservibles por la humedad y el hongo tóxico.

Al respecto, restan otras cinco bibliotecas en condiciones similares, cuatro de las cuales se presentan en esta entrega.

La biblioteca 'casi a la mitad'

Enclavada en un parque donde resaltan un gimnasio y un centro social, esta biblioteca está punto de partirse en dos, dado que tiene cuarteaduras en el techo y el piso. El exceso de hierbas cubre casi por completo las paredes en su parte exterior, pese a que Gonzala Regino Mendoza trata inútilmente de mantener visible la fachada.

"Ya he reportado muchas veces este deterioro, pero el problema sigue. Una vez vinieron a arreglar, pero a los días se resquebrajó el piso", informa Gonzala, a quien le restan dos años para jubilarse. "Esto es muy peligroso".

El riesgo de esta mala construcción contrasta con las cortinas de colores que Gonzala ha colgado en las ventanas, dando así un toque amigable al lugar en el que también figuran los libros que se encuentran en buenos condiciones.

"Aquí nadie viene a darnos la mano", dice la mujer de 62 años. "Al iniciar la administración nos entregan dos hojas de máquina, un lápiz, una pluma y un borrador de tinta que he tenido que humedecer para que siga funcionando. Nosotros tenemos que seguir poniendo con nuestro dinero el material y los artículos para el aseo. ¿Y sabe cuánto nos pagan...

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