Dan a niños comida, amor y esperanza

AutorAideé Molina

Casi son las 12 del mediodía. Algunos niños solos, otros en grupitos y hasta con la mamá se van acercado al número 110 de la calle 19, en la Colonia Metroplex, una casa rentada con tres largas mesas.

Ahí, dos cocineras y varias voluntarias ya preparan los platos, que ese día llevan un guisado de salchicha con papa, arroz y frijoles.

En punto de las 12, los niños comienzan a ocupar las mesas y durante una hora desfilan decenas de ellos, los que vienen de la escuela y los que apenas van.

Nunca falta el que limpia el plato y se acerca a doña Lety pidiendo más.

En la Ciudad existen cientos de niños, quizá miles, dispuestos a despojarse de toda su vergüenza y hacer a un lado su pena para obtener un plato de comida.

Muchos de estos pequeños, con la desnutrición a cuestas, conmovieron a Leticia Pérez Cepeda, vecina de Metroplex, quien sin más recursos que su deseo de ayudarlos inició en el 2000 un comedor público que hoy es uno de los motores de Todos con Amor por un Menor Feliz.

Esta asociación civil respalda tres comedores para niños de escasos recursos en Apodaca y San Nicolás, además de promover brigadas, actividades culturales y recreativas, y bazares para extender su ayuda a otros que tampoco tienen.

"Vienen porque tienen hambre", dice doña Lety, como todos la conocen en el barrio.

"Ellos llegan y comen, y se sienten a gusto. Después empiezan a venir seguido. Muchos de ellos vienen dolidos, porque sólo tienen a su mamá, son niños dejados con su abuelita, o tienen a sus dos papás, pero como ganan el mínimo no les alcanza".

Actualmente atienden gratuitamente a unos 230 niños entre 1 y 14 años de lunes a sábado en Metroplex, y lunes, miércoles y viernes en los comedores de La Gloria y Fomerrey 30.

Pero más que extenderles un plato, su buena acción está logrando que se dé una transformación en estas comunidades.

Por un plato y más

Todos los niños que acuden a los comedores vienen de familias que alguna vez invadieron las casas de Metroplex luego de la devaluación del 94 y otros que las compraron con grandes esfuerzos.

"Cuando mis hijos iban a la escuela nos dimos cuenta que (sus compañeros) iban sin comer. Un grupo de 10 vecinas empezamos a regalar comida a los niños. El número de niños fue creciendo, se empezó a llenar y el banco nos prestó una casa", dice.

El comedor se fue popularizando, pese a que varias veces tuvieron que cambiar de sede.

"Una vez, cuando empezamos, les pedí que nos esperaran porque no hubo para prepararles y les dijimos...

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