Dalí en su ambiente

AutorGabriel Contreras

¿Qué es el surrealismo? Pregunta un inocente entrevistador durante un documental que se proyecta permanentemente en una de las salas del Teatro Museo Dalí.

La respuesta es contundente: "El surrealismo soy yo".

Es Salvador Dalí el que está en la pantalla, con su boina roja como de duende, con sus típicos bigotes de caballero medieval; Dalí autoritario, seguro, orgulloso de sí mismo, con una voz que jamás atinó a perder su suave acento francés.

El teatro-museo está en Figueras, población situada en los límites entre España y Francia. Fue construido en el quiebre de la calle San Pedro, entre callejones de herencias medievales, en un punto en el que coinciden los amantes del arte y los turistas atraídos por la iconografía de uno de los artistas más trascendentes del Siglo 20.

Son muchos los visitantes que aprovechan las vacaciones y forman largas filas frente a la entrada del teatro-museo: japoneses, norteamericanos, alemanes, algún mexicano, pero, sobre todo, franceses.

Algunos, tal vez muchos de ellos, verán la obra surrealista todo el día (el museo cuenta con cuatro pisos) y por la noche asistirán a los bares, a la disco, a los centros de ocio y diversión que los esperan un poco más allá, en Francia.

A este museo, por alguna razón extraña, parecen llegar visitantes de todos lados, menos de España.

Aquí, en este barrio antiguo y sacudido en su momento por la guerra, todo está invadido por el espíritu del surrealismo; un ejemplo es la librería Gala Dalí, que ofrece películas de carácter fantástico, obra gráfica de Dalí, pósters, lápices, playeras, ceniceros, relojes y otros objetos vinculados con la iconografía daliniana.

Otro ejemplo es la Plaza Gala-Dalí, en cuya explanada se anuncia el restaurante Durán, con un menú especializado en "comida daliniana".

Un tercer ejemplo es una nevería que, en su aparador, cuenta con un maniquí de Dalí, vestido de azul y dispuesto a posar para las fotos de los consumidores de barquillos de vainilla y chocolate.

La imaginación de Salvador Dalí conserva una sólida...

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