Da constancia de su maestría

AutorAlejandro Fernández

Crítico de música

A lo largo de sus seis ediciones, uno de los grandes méritos de los Festivales Internacionales de Piano Sala Beethoven ha sido la presentación de un grupo muy selecto de pianistas franceses.

Sin duda, estos artistas son un testimonio vivo de la calidad tan alta que ha logrado la escuela pianística de ese país en la actualidad.

Así como hoy recordamos gratamente a Le Sage, a Tiberghien, a Braley, a Pennetier o a Muraro, no podremos olvidar el nombre de este joven maestro que es Jean-Francois Dichamp.

Formado con una estirpe de grandes pianistas como Jean Claude Pennetier, Nikita Magaloff y María Curcio, discípula de Arthur Schnabel (uno de los grandes ejecutantes beethovenianos del siglo 20), Dichamp puede presumir de ser un maestro consumado del piano a sus 32 años.

La presentación de Dichamp fue un verdadero acontecimiento musical el martes por la noche, y así lo entendió el público que lo ovacionó de pie al término de su magnífico recital.

Inició el programa con la "Suite Francesa No. 1 en re menor BWV 812", de J.S. Bach. en la que mostró el rigor de su técnica, la precisión de su "toucher" y sobre todo la capacidad para dar una especial expresividad a estas maravillosas páginas.

Para continuar, Dichamp escogió una obra que se escucha poco en las salas de concierto, la "Balada No. 2 en si menor" de Liszt, obra intimista pero de grandes dimensiones, que le sirvió para probar su capacidad de proyección artística.

Impresionante resultó el inició de esta ejecución con un avasallador sonido oscuro de gran fuerza, que marcó a todos los...

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