Cronista de rostros

AutorMaría Luisa Medellín

Al entrar a la oficina de su estudio, una lluvia de miradas nos acecha: inquisitivas, nostálgicas, intensas, dubitativas y traviesas.

Observan desde los retratos en blanco y negro que cuelgan de los muros. Al centro, Juan Rodrigo Llaguno, artífice de esas imágenes, las recorre con sus ojos cafés semirrasgados, los lentes sobre la cabeza y la sonrisa del niño tímido que fue.

La cadencia del jazz envuelve el espacio, su pequeño mundo, en el casco histórico de San Pedro, frente a una plaza arbolada y apacible.

Este cronista de rostros es afable, ordenado y sencillo. Obsesivo de la puntualidad y algo desesperado. Sobre el escritorio tiene su computadora, agendas y post-its que le recuerdan los pendientes.

Ya en el estudio es imposible apartar la vista de su cámara de placa rígida de gran formato sobre un tripié alto, que recuerda las de los estudios tradicionales, aunque ésta con respaldo digital y la más alta tecnología.

También está la gran manta negra, con la que este hombre de piel blanca y cabello corto entrecano cubre su cabeza antes de capturar la expresión más genuina.

A Juan Rodrigo la fotografía lo habitó siempre. Nacido en 1964, platica que residía en la colonia Santa María, frente a la Del Valle, en una propiedad que su abuelo Jesús dividió para sus hijos y sus familias, por lo que el Río Santa Catarina era el patio de juegos para él, sus seis hermanos y un montón de primos.

Su abuelo y su padre, Juan Francisco, eran aficionados a la foto y al cine amateur, y le regalaban camaritas de juguete, proyectores de cine y aparatos para ver transparencias.

"A los seis años, mi papá me regaló una camarita instamatic Kodak y empecé a formar mi primer álbum", relata Juan Rodrigo.

A los 10 recibió su primera cámara de 35 milímetros, y en la secundaria del Instituto Regiomontano ingresó al club de fotografía.

Tampoco olvida cuando su mamá, Minerva Rivera, lo llevaba a tomarse las fotos para el colegio. La sala de espera del estudio tenía una pared llena de retratos tamaño infantil, en donde él descubría, de pronto, a un tío, un amigo o a vecinos.

"Luego, una señora te sentaba en un banquito. Te decía: 'Voltea, levanta la barbilla', y listo. Para mí, eso era la fotografía, y mis imágenes tienen que ver con esa foto de fichaje, no de glamour. Me da flojera eso de la pose".

Tras su escritorio, Juan Rodrigo platica que la fotografía surgió como una necesidad.

"Empecé a estudiar sus orígenes, a los grandes maestros: Casasola, Manuel Álvarez Bravo...

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