Cony De Lantal / El efecto U2...

AutorCony De Lantal

Pues mi marido y yo nos fuimos al concierto de Bono, y fuera de que no faltó uno que otro amargoso que puso el grito en el cielo porque los lugares no estaban numerados, lo demás me pareció súper bien organizado, hasta lo que nunca nos sale bien aquí, que es dirigir el tráfico. Esta vez ni de qué quejarnos.

Eso sí, aunque no me lo creas, el caos vino después ¡en los restaurantes! Porque en el estadio nomás había papitas y cocas, y todos salimos de ahí muertos de hambre. Imagínate, de esos 40 mil hambriados, ¿a cuántos no se les ocurrió irse después a echarse un taco? Ponle el número que quieras, ¡son un fregadazo!

La mayoría de la gente era de buen nivel (nomás por lo que pagaron por el boleto), y muchos de ellos foráneos de los que no tenían casa a dónde llegar para cenar.

Era obvio que los restaurantes de por ahí iban a estar hasta las chanclas. Pero te juro que ni yo misma lo dimensioné. El efecto U2 se dispersó por toda la Ciudad. Ese domingo en la noche no había mesas disponibles por ningún lado.Nosotros nos fuimos directito al Pirata Memo del Centrito y, raro en él, mi marido tuvo su chispazo de cordura. Se le ocurrió hablar desde el celular para que nos fueran separando, pero ¡anda vete!, nunca contestaron. Al llegar entendimos. Estaban vueltos locos con el gentío, mientras el teléfono suene y suene sin que nadie lo pelara. Había cerca de 45 minutos de espera por una mesa. No manches, ¿en El Pirata Memo?...

Pues recorrimos el Centrito entero, los tacos sonorenses, los del Julio, el Güero, La Gavilla, etcétera, ¡y todo hasta la eme de gente!

De ahí nos fuimos barriendo todo Gómez Morín. El Norteñito, Fiesta Tacos, el Buchaka's y la misma gata. Le seguimos por Vasconcelos: El Farolito, los tacos del foco amarillo, ¡nombre!, había cola hasta para estacionarse. Cuando pasamos por el Casagrande pensamos en bajarnos a pedir los tacos, aunque fuera para llevar, pero ¡el colmo!, ni siquiera nos quisieron recibir el carro en el valet parking.

La noche avanzaba y la tripa se nos retorcía cada vez más, ¡qué desesperación! Ya me daba de santos encontrar algo abierto. Le pasamos por el Carl's Jr. y ¡aleluya!, se veía bien iluminado.

Y sí, no habían cerrado aún, pero el lugar estaba saqueado. Imagínate a qué grado que el muchachito detrás del mostrador nos dijo textualmente: "Ya no les completo ni un combo". ¡No puede seeeeer!

Y qué pena con mi marido, acabó mendigándole lo que fuera... Oye, allá se ve que sobran papitas, ¿no me las podrás...

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