Cony Delantal / Con toda la leche

AutorCony Delantal

Me acabo de echar un pisicorre a Puerto Vallarta con mi marido de equipaje y la firme intención de visitar el restaurante La Leche, que se nos cambió de envase hace unos 3 años, después de que acá dejó huella con ese atrevimiento culinario que lo caracterizaba.

¡Ah, cómo extrañamos a Poncho Cadena y sus fumadas gastronómicas! Lloramos como niños cuando nos quitaron La Leche. Pero estaba claro que no lo íbamos a tener de por vida en Monterrey, porque él es originario de Guadalajara y pasó mucha de su infancia precisamente en Puerto Vallarta. Ahí se adentró en la música y más tarde salió del País a estudiar cocina.

A su regreso aterrizó aquí por motivos que desconozco, en la calle Amazonas, hecho todo un cantachef de inspiración rítmica y proposiciones demenciales, que se atrevió a experimentar con nosotros en su pequeño espacio de blanco menaje. Por 5 años nos tuvo extasiados con la insensatez de su cocina de autor, que yo más bien le llamaría "de humor", porque, sin un menú fijo, nos tenía a merced de lo que se le ocurriera esa noche.

Cuántas veces quise decirle con un gruñidito ¡haz lo que quieras conmigo!, pero el recato y el mentecato a mi lado siempre me inhibieron.

Así nos dejó a muchas con las ganas, porque, uno de esos días, la afinidad lo tentó y se nos retachó a su terruño con todo y sus sueños lácteos.

En el 2008, ya siendo estrella de algunos programas televisivos de cocina y más adentrado aún en el ámbito musical, Poncho traslada, en sociedad con su familia, La Leche a la zona turística de Puerto Vallarta, con esa misma blancura e irreverencia culinaria, pero en formato galón.

Ahora le llaman "almacén gourmet" y la descripción que ellos mismos hacen de su espacio me suena a lo que me puede quedar de marido en unos años: monocromático, minimalista y camaleónico, porque noche tras noche adquiere una personalidad diferente.

Y es que ya en la playa Poncho sí que se explaya. Con la guitarra canta y con la sazón encanta. Sus noches se traslapan entre cocina y estrado, sorprendiendo a los presentes con su alocada gastronomía y sus dotes de artista.

Poco a poco, La Leche se va convirtiendo en un licuado de música y ambiente, que ya no cuaja con los que estamos en la edad del jocoque.

Como gesto de un paladar agradecido, mi marido y yo toleramos un tiempo razonable la etapa ruidosa de la lactosa, hasta que nos convencimos de que lo nuestro era un vaso de lechita caliente sobre el blanco de las sábanas, en el Westin Regina.

Menos hotel...

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