Cony Delantal / La Scala parte II

AutorCony Delantal

Recordemos que en el capítulo de la semana pasada nuestra hermosa heroína (para servirle a usted) estaba atrapada en los remanentes de aquella otrora tratable trattoria llamada La Scala, viviendo una noche de desamor y enemistad en medio de fricciones verbales entre su inseparable marido, alias el "no me quedo callado", y un violinista fanfarrón, mitómano y pediche, que también salió contestón.

Ése fue mi estreno de San Valentín, con La Guerra de las Dislexias en cartelera. Y después de que me aventé el Episodio I: La Amenaza del Fantoche, ahora te platico de la secuela, la que me quedó de trauma y la que prometí contarte de la cocina y el servicio. O sea que ahí te va el Episodio II: El Ataque (de histeria) de los Clientes.

No entiendo por qué no se pudieron preparar como Dios manda, si pedían forzosa reservación, con todo y lanita por delante. Están como mi suegra, que sabe bien que vamos a ir todos los domingos, y siempre nos recibe con cara de sorprendida y fachas de amanecida.

Finalmente, lo único que le salva la honra a La Scala es su sazón casero y campechano. Convirtieron la ensalada caprese en un híbrido mediterráneo, y el calzone en tanga argentina, así como una especie de empanadita, pero del sabor no me puedo quejar. Incluso sus pastas están muy hogareñas. De hecho te hacen sentir como en casa, porque traen un parchadero bruto de vajilla y copas, y además nadie te pela.

Por más italiano que te suene, éste no es, léele bien, NO ES un restaurante romántico. Sobra luz y faltan velas, sobra ruido y falta tacto, y si a eso le agregas que a unas nos sobran ganas y nos falta mono, pos así ya no jala La Scala.

QUÉ BUENA BARRA

Después de ese 14 de febrero que me resultó más fallido que el Nuevo León que nos está dejando el priismo, amenacé a mi marido con demandarlo por incumplimiento de contrato, daño emocional, salarios caídos y otras obligaciones que también trae caídas, si no me pagaba al menos con reintegro la noche que me echó a perder.

Con esa barra lo "convencí" de que me llevara a conocer La Buena Barra. Este restaurante es un restaurantazo, fregón, inspirador, montado con toda la mano y toda la cartera; lo más nuevo de la Plaza Lua (la del Superama) y lo más chiquitigüau del vecindario y tantito más pa'llá. Es de esos lugares en donde los sentidos se despliegan y los presupuestos se arrugan. Si no naciste con paladar de seda, apetito minimalista y chequera choncha, pos nomás detrás de la raya pa'que no estorbes.

Mi marido no...

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